Este documento en formato de carta lo escribí con la intención de movilizar voluntades dispuestas a combatir la corrupción en Colombia desde su única génesis y su único posible control: El ambiente cultural que propicia, incentiva y perpetúa la corrupción como una práctica natural de la idiosincrasia colombiana. Finalmente, estas ideas jamás cayeron en tierra fértil, y aunque lo compartí con personas que pensé, estarían dispuestas a "seguirme la corriente" y retroalimentar esta iniciativa, nunca recibí respuestas. Por eso decidí compartirlo acá, para revivir este blog con más propuestas y menos llanto. El espacio para los comentarios está abierto para enriquecer esta idea con sus aportes. Pueden estar seguros de que los leeré y responderé como corresponde. Espero que este texto llegue a la mirada inquieta y proactiva de alguien que comparta mi visión y esté dispuesta a trascender la crítica para asumir una postura reflexiva, deliberante y propositiva para así tener el primer tanque de pensamiento sobre la corrupción en Colombia. Esta es una iniciativa sin ánimo de lucro y con mucho más trabajo que remuneración. Por eso dejo estas ideas para quien quiera asumirlas y así tender un puente de comunicación con el fin de concretar esta propuesta en acciones concretas. Gracias por leer y gracias por responder.
Y sobre todo, gracias por volver a esta trinchera llena de maraña por el abandono:
Bogotá D.C., algún día de
2016.
Querid@ señor@ x,
Te
escribo la propuesta sobre mis ideas un poco dispersas y locas sobre la lucha
contra la corrupción en Colombia en este formato más cálido e informal, como lo
es una carta. Lo prefiero así porque los deseos románticos e idealistas de
revolución y cambio se expresan mejor en el diálogo epistolar. Es una forma
libre y espontánea de expresar pensamientos sin el formalismo que a veces
acartona las ideas.
En
primer lugar, quiero decirte que siento que la corrupción es la columna
vertebral de la historia en Colombia. Ahora que hago mi tesis sobre la
formación del concepto de Patria en Colombia en el siglo XIX, veo con tristeza
que la corrupción es parte de nuestro ADN cultural. Los intereses personales,
las vanidades y los egos siempre han estado por encima del bien común y el
sentido colectivo de lo público. Desde Bolívar y Santander, que son nuestros
referentes de la independencia, hasta Uribe y Santos, que son nuestros
referentes de la Patria boba en la que hemos permanecido durante más de dos
siglos, Colombia ha estado en una lucha permanente entre facciones que se
quieren apoderar del país escudados en ideologías vacías e intereses mezquinos.
Por
eso creo que el problema de corrupción va mucho más allá de lo institucional y
hunde sus raíces en lo cultural. Y creo que desde allí, querid@ señor@ x, es
desde donde se debe combatir la corrupción. Si culturalmente no adecuamos las
bases morales de la sociedad para rechazar la corrupción como una práctica que
atenta contra los intereses de todos y cada uno, seguiremos repitiendo este
camino inocuo de la lucha contra la corrupción de grandes reformas y pequeños
resultados, de leyes, entidades y contrarreformas. No tiene sentido promover
leyes desde las más altas esferas del poder si esas mismas esferas son las que
promueven, patrocinan y viven de la corrupción rampante que agobia a este país.
Las leyes sin cultura que las soporte no son más que paliativos para los males
de una sociedad. La ley debe ser el resultado de una construcción cultural que
afiance las sanas prácticas y costumbres de una sociedad y no “el remedio” que
va a cambiar a la sociedad de la noche a la mañana. Así no funciona el espíritu
de las leyes. Hasta Montesquieu lo tenía claro en la Francia del siglo XVIII
que era tan corrupta como la Colombia del siglo XXI.
En
este orden de ideas, considero que es necesario juntar fuerzas de almas limpias
y bienintencionadas con cerebros lúcidos y proactivos para analizar el fenómeno
de la corrupción en Colombia desde una perspectiva cultural, con el ánimo de
generar impacto estructural en las instituciones y cambios de actitud en la
ciudadanía, promoviendo estrategias disuasivas y coercitivas, exigiendo
autoridad moral de las élites que gobiernan y cultura política en las bases
populares. Más adelante desarrollaré estas ideas, pero inicialmente quiero que
comprendas que este sería un proceso de doble vía: Desde la ciudadanía y desde
el Estado.
La
corrupción para mí es el desprecio de la sociedad por parte de los mismos
ciudadanos, sean éstos parte del establecimiento o del pueblo. El problema en
Colombia, señor@ x, es que no hay un sentido arraigado de lo público. Lo público
tiene dos connotaciones: Lo que es de todos y por lo tanto, todos lo protegemos;
o lo que no es de nadie, entonces, nadie lo protege. Y en Colombia parece que
lo público no tiene dolientes, pero sí muchos dueños. Y sobre este supuesto hay
un círculo vicioso de apropiación de lo público por parte de los privados a
través de la corrupción y de empobrecimiento acelerado del Estado por la
imposibilidad de sostener el gasto público por déficit de recursos. Entonces,
hay un sentimiento generalizado de desasosiego porque es evidente que Colombia
es un país rico en recursos naturales, humanos y económicos, empobrecido por
cuenta de una corrupción desmedida, sistemática y arraigada que finalmente
cuenta con un ambiente propicio de propagación y consolidación porque las
autoridades encargadas de controlarla y eliminarla son las más corruptas. Por
lo tanto, no hay autoridad moral de quien ejerce el poder. Y sin autoridad
moral, el resto es caos, porque la ciudadanía no siente respeto por las
instituciones encargadas de controlar la convivencia y la armonía social y por
el contrario ven en esas entidades focos de corrupción y abuso de poder.
Sería
interminable hacer un inventario de ejemplos en este sentido pero me atreveré a
formular algunos:
- - Un
Procurador General de la Nación que usa su investidura de garante de los
Derechos Humanos y su fuero para disciplinar a los funcionarios públicos con el
objeto de imponer el mandato bíblico de su religión, desconociendo el carácter
laico del Estado colombiano y usando los recursos de una de las entidades más
poderosas del país para imponer el dogma católico que está proscrito por la
Constitución de 1991.
- - Un
Fiscal General de la Nación que abusa de su poder y de la falta de controles
sobre su gestión para otorgar contratos milmillonarios a dedo, sin obtener
resultados jurídicos o judiciales que pueda mostrar con eficacia, a una persona
cuyo bagaje profesional y académico deja mucho que desear.
- - Un
Presidente de la República que habla e impone austeridad mientras gasta en su
Palacio cortinas de 600 millones de pesos y almendras de 15 millones más, con
explicaciones tan simples y ridículas como que son gastos necesarios de
representación diplomática, sin más ni más.
- - Un
Magistrado de la Corte Constitucional que se aferra tercamente al cargo a pesar
de los testimonios y las evidencias en su contra, con imputaciones tan graves
como soborno y desplazamiento forzado mientras pasan los días sin que la
institucionalidad haga nada.Y el proceso naufraga en un Congreso que aún no
comprende el alcance de su función judicial porque los encargados son
inexpertos, políticos e interesados para los cuales es superior el interés
electoral que la justicia.
Podría
continuar con más ejemplos y no acabaría jamás, pero lo que quiero que veas es
esa simbiosis macabra entre corrupción y poder que cercena de tajo la autoridad
moral de las instituciones encargadas de imponer el orden y de dar el ejemplo.
Pero
insisto, el problema no es institucional. Es cultural. Las instituciones solo
reflejan la podredumbre de la cultura. Los gobernantes no llegan a sus cargos
en procesos dictatoriales. Las elecciones en Colombia han servido para
legitimar la corrupción desde las urnas en donde las bases con poca formación
política cambian su voto por favores pírricos pero oportunos para solventar
coyunturas de necesidad. Y desde allí empieza toda una cadena perversa y
pútrida de corrupción en donde los gobernantes generan necesidades en los
ciudadanos por su gestión ineficiente y luego capitalizan esas necesidades para
seguir siendo elegidos indefinidamente por ellos mismos o por interpuestas
personas brindando estos favores mínimos para solventar la necesidad apremiante.
Obviamente, este es un diagnóstico general y a grandes rasgos. La corrupción
tiene muchas más dinámicas y representaciones en la cultura política, económica
y social del país, pero esta es una muestra de cómo la corrupción se arraiga
con maniobras simples: Una élite hábil para manejar la necesidad de un pueblo pobre;
y un pueblo manipulable y dócil que se deja controlar a partir de la
conveniencia y la necesidad. Claramente, existe poca formación política en las
bases y esto hay que fortalecerlo para poder torcerle el pescuezo a la
corrupción.
Ahora,
creo que el manejo que se le da desde el Gobierno al problema de la corrupción
en la actualidad, responde más a las imposiciones del show de los medios de
comunicación que a una política integral, concisa, articulada y eficaz de lucha
contra la corrupción. Además, insisto, la ley debe servir para afianzar
costumbres culturales de sociedades consolidadas. Pero acá la ley se concibe
como “la solución” a un problema, cuando debe ser el resultado de un proceso de
construcción social en donde se tiene claro el bien común y el sentido de lo
público.
Sobre
esto último, querid@ señor@ x, debo decir que estoy fuertemente influenciado por
la ideología de mi padre quien creía que el Derecho es una construcción
cultural de los pueblos. Su obra cumbre se llama “Metodología y Técnica de la
Investigación Sociojurídica” y allí expone toda una serie de argumentos en las
que concluye que la ley es una construcción social mediante la cual se busca
regular el comportamiento de los ciudadanos en función de la convivencia y el
bien común. Y para llegar allí, primero hay que identificar un problema,
comprender sus dinámicas, analizar holísticamente sus componentes y formular
una solución a partir de consensos sociales que permitan corregir las
motivaciones objetivas del problema a través de una norma que sirva,
sociológicamente, para el bienestar de los actores implicados. Es decir, él se
oponía completamente al positivismo jurídico en donde las normas eran
simplemente la imposición de la clase dominante. En este caso, por vía de la ley,
se legaliza y se legitima la dominación. Esto, por ejemplo, permitió a
personajes como Hitler legalizar el exterminio judío a través de normas que en
su conjunto denominó como “la solución final al problema judío”.
Por
eso es tan importante comprender a la corrupción como un problema cultural y
darle la dimensión que tiene, que va más allá de la ley. Y así entender que
producir leyes en masa sin una correcta lectura del problema de una manera
integral solo genera inseguridad jurídica, sobreregulación del fenómeno y en
últimas, una ineficacia total en el resultado de la lucha contra la corrupción.
Porque las normas así formuladas no son aprehendidas por los ciudadanos, y
éstos no se identifican y no se comprometen con su cumplimiento porque han
estado completamente ausentes en la formulación de las políticas públicas que
soportan los arreglos normativos. Además, es evidente que las leyes en materia
anticorrupción son saludos a la bandera, en donde más que el resultado tangible
de impacto contra la corrupción, lo que el Gobierno quiere evidenciar es que se
está haciendo “algo” y que ese “algo” se ve reflejado en leyes.
Te
voy a poner un ejemplo concreto: Capítulo IV de la Ley 1474 de 2011 conocida
como “Estatuto Anticorrupción”. “Capítulo
IV, Regulación de Lobby o Cabildeo. Artículo 61. Acceso a la información. La
autoridad competente podrá requerir, en cualquier momento, informaciones o
antecedentes adicionales a gestiones determinadas, cuando exista al menos
prueba sumaria de la comisión de algún delito o de una falta disciplinaria”.
Esto es todo lo que hay sobre lobby o cabildeo, es decir, en términos precisos,
nada. Y para agravar esta omisión evidente del legislador en la confección de
la norma, es claro que se obvia el mandato imperativo del artículo 144 de la
Constitución Nacional que ordena lo siguiente: "Las sesiones de las Cámaras y de sus Comisiones Permanentes serán
públicas, con las limitaciones a que haya lugar conforme a su reglamento. El
ejercicio del cabildeo será reglamentado mediante ley". Es decir, no
solo se está cometiendo una clara omisión en la Ley 1474 de 2011 sino que se
está infringiendo descaradamente un mandato constitucional. Cabe anotar que
esta Ley por ser estatutaria tuvo control de la Corte Constitucional. Entonces
surgen varias inquietudes que me planteo como ciudadano y que me respondo como
ciudadano.
- ¿Por qué el Congreso como legislador
evade su responsabilidad para reglamentar el lobby o cabildeo? La respuesta es
macabra y sencilla: Porque no les conviene reglamentar esta materia. Y la razón
es simple, aunque sea una suposición. Porque lo que transparenta el cabildeo
son los intereses que subyacen a las leyes que se tramitan en el Congreso. No
es un secreto que muchos de estos intereses no son los más diáfanos y
bienintencionados. Muchos de esos intereses benefician a personas y/o gremios
que usan la ley para tramitar esos beneficios y tampoco es secreto que son
capaces de pagar con puestos o dinero el favor de los congresistas que
convierten en leyes sus pretensiones. Es decir, no es una omisión inocente y
desapercibida. Claramente existe una intencionalidad en dilatar esta obligación
constitucional deliberadamente. Más, sabiendo que es una iniciativa que ha
tenido varios intentos en el Congreso y todos han naufragado.
- ¿Por qué el Gobierno no persiste en la
intención de regular el lobby o cabildeo? Por la misma razón. Porque no les
conviene reglamentar esta materia. El Gobierno tramita sus iniciativas
legislativas a través del Congreso en donde las alianzas, las coaliciones y las
componendas son el pan de cada día en la interacción entre el Ejecutivo y el
Legislativo. Y estas componendas tampoco son diáfanas y transparentes. También
hay intereses particulares que se tramitan a través del Gobierno. Es decir, el
Legislativo tiene la capacidad de chantajear al Ejecutivo a través de los
proyectos de Ley que le tramita, y allí es donde se negocia el favor político,
el intercambio burocrático y los apoyos electorales que obviamente, no se
podrían evidenciar a través de una Ley.
- ¿Por qué las organizaciones sociales
no actúan frente a la ausencia de esta reglamentación que es un mandato
constitucional? Acá puedo encontrar varias razones. 1.) que las organizaciones
sociales no tienen la cohesión ni la fuerza suficiente para corregir las
acciones deliberadas del Gobierno ni del Congreso, 2.) que las organizaciones
sociales también tienen intereses que tramitan a través del Ejecutivo y el
Legislativo y tampoco les interesa que se conozcan por un mandato legal y 3.)
porque no existe una cultura de seguimiento legal por parte de la ciudadanía
para verificar si lo ordenado por la Constitución se cumple o no se cumple.
- Adicional a esto, se percibe una floja
revisión de la Corte Constitucional sobre el articulado del Estatuto
Anticorrupción e inmediatamente se atan cabos que permiten entender por qué uno
de sus magistrados está investigado por soborno por tramitar intereses
particulares, precisamente, en dinámicas propias del cabildeo y el lobby mal
concebido.
Entonces,
es triste saber que la ley lejos de ser un instrumento para combatir
efectivamente la corrupción, hace evidentes los esfuerzos de los poderes
públicos por cohonestar y obviar prácticas centenarias de corrupción. No quiero
decir que todas las leyes anticorrupción tengan ese espíritu y esa perversidad.
Lo que quiero decir es que a pesar de que las leyes pueden tener una buena
intención, magnífico espíritu y mejor imagen ante la opinión pública y el
propio Estado, yendo a la minucia, se descubren estos baches que no son menores
y que al final desnudan que la lucha contra la corrupción no es un deseo
generalizado de altruismo compartido por parte del Estado y de la ciudadanía,
sino que es más un esfuerzo institucional por hacer “algo”, ese “algo” que se
traduce en una ley que es a todas luces insuficiente, ineficaz y que responde
más a la solución de una coyuntura de momento que a un asunto estructural y
cultural.
Así
pues, querid@ señor@ x, mi propuesta no tiene otra idea inicial que la de
reflexionar sobre estos supuestos. Mi propuesta es crear un grupo interesado,
estable, comprometido y capaz de analizar el tema de la corrupción desde una
perspectiva sociológica, jurídica, histórica y cultural para repensar las
soluciones sobre la problemática de igual manera, respondiendo a necesidades
estructurales y no a medidas coyunturales.
Yo
me imagino un grupo entre quince (15) y veinte (20) personas con distintos
perfiles y labores que sean capaces de compartir su quehacer y su visión desde
perspectivas distintas pero complementarias. Es decir, hacer una selección minuciosa
que abarque una pluralidad de sectores entre los que se me ocurren inicialmente
los siguientes: Empresarios, función pública, gobierno nacional y local,
academia, trabajadores, minorías (étnicas, sexuales, etc.), campesinos,
organizaciones de la sociedad civil, organismos internacionales y
multilaterales, ONG nacionales e internacionales, fundaciones y defensores de
Derechos Humanos. La característica de este grupo de personas, que además deben
estar equitativamente distribuidos entre hombres y mujeres, es que no harán
parte de este grupo como representantes de sus sectores, sino como personas
individuales que pueden aportar desde su saber y experiencia los insumos para
construir una visión sobre la corrupción ligada a elementos históricos, sociológicos
y culturales que permitan hacer un análisis integral del fenómeno; y que a
través de las discusiones internas del grupo, se construyan documentos que
sirvan de base para una discusión más amplia y plural en otros escenarios regionales,
nacionales e internacionales en los que se generen espacios de reflexión y
acción que permitan comprender mejor el fenómeno de la corrupción en su
contexto.
Es
decir, lo que propongo es un think tank de
personas que estén dispuestas a tomar el tema de corrupción como un fenómeno de
estudio estructural y profundo, que tengan el tiempo y la disposición de
reunirse al menos una vez al mes en jornadas de trabajo de al menos cuatro (4)
horas y que también estén dispuestas a leer y escribir sobre el particular para
pensar y repensar el tema de la corrupción dentro de una perspectiva de cambio
cultural.
Este
grupo trabajaría en tres fases: 1. Diagnóstico, 2. Propuesta y 3. Acción. Aún
no podría definir cuánto tiempo duraría cada fase. Eso depende de su
complejidad y recursos disponibles.
En
la etapa de diagnóstico el grupo se encargará de hacer una revisión legal y
bibliográfica sobre el tema de corrupción en Colombia, incluyendo casos
emblemáticos que hayan marcado la historia de la Nación relacionadas con el
tema y el estado de las investigaciones más relevantes. Es decir, se debe hacer
una revisión jurídica, histórica, bibliográfica y de prensa que permita
establecer una línea base sobre el estado de la corrupción en Colombia de una
manera integral y complementaria que considere elementos sociológicos,
históricos y jurídicos del fenómeno. De esta manera, el documento inicial será
una compilación de artículos que describan comprensivamente el fenómeno de la
corrupción en Colombia. Así pues, el diagnóstico busca identificar comprensivamente las
características de la corrupción en Colombia. La temática será asignada y
distribuida según la expertiz de los miembros del grupo. En su momento se definirá.
En
la etapa de propuesta se considerarán las acciones que se deben seguir para
generar un impacto en el ámbito que se pretende incidir, es decir, en el ámbito
cultural, entendiendo la cultura como el conjunto de usos y costumbres sociales
de un grupo poblacional determinado que en este caso llamaremos Colombia.
También se establecerán las estrategias de acción desde el nivel local hasta el
nivel nacional diferenciando las dinámicas de corrupción en cada caso y
proponiendo acciones y actividades para contrarrestar tales dinámicas haciendo
especial énfasis en la necesidad de que la ciudadanía aprehenda el propósito y
sentido de estas actividades para que las incorporen dentro de sus usos y
costumbres como prácticas sanas y deseables en función de la sana convivencia y
la armonía social.
Es
importante privilegiar a la población juvenil e infantil para la implementación
de las estrategias de acción, teniendo en cuenta que los cambios culturales son
además generacionales y que allí hay una población objetivo capaz de darle
perdurabilidad y consistencia a las acciones realizadas.
La
fase de acción es la ejecución material y real de las acciones y actividades
planteadas en la propuesta sobre un cronograma concreto y sobre unas
posibilidades humanas y económicas reales.
Esta
propuesta es solo un borrador inicial, ideas un poco locas lanzadas al campo de
lo posible para que encuentren eco en personas receptivas y dispuestas a hacer
aportes que fortalezcan esta propuesta inicial, se complementen y se articulen
de tal manera que el primer producto de esta iniciativa sea la hoja de ruta del
grupo de trabajo, del think tank que
piense la corrupción en Colombia por fuera de la caja a pesar de estar dentro
de la caja.
Como
en el fondo el ejercicio tiene una base académica, entendida ésta como el
ejercicio de pensar, reflexionar y repensar un fenómeno social como es la
corrupción, mi propuesta sería la de tener la base de trabajo en una
Universidad comprometida con el tema y que le interese la producción académica
que pueda salir de este grupo de trabajo. Podría ser la Universidad X
de Colombia teniendo en cuenta el perfil técnico y jurídico del Rector y su
trasegar por las instituciones del Estado. Sobre el perfil de los
participantes, creo que nos debemos concentrar más en las personalidades que en
los roles. Por eso propongo que sean personas conocidas por su apertura mental,
su disposición a la reflexión y al cambio y su espíritu de sacrificio en
función de las causas sociales. Además que tengan el tiempo necesario para
tomarse las actividades del grupo en serio y que estén dispuestas a cumplir con
los compromisos que se deriven de éste.
Bueno
querid@ señor@ x, como puedes ver esta es una iniciativa que tiene mucho más de
emoción y de buena intención que de estructura, objetivos claros y metodología
definida. Por eso esta aproximación inicial la hago en formato de carta,
dándome la licencia de escribir con libertad y espontaneidad.
Te
agradezco la buena disposición que siempre has tenido conmigo, la amistad que
me has brindado y los espacios de diálogo que me han hecho pensar y crecer como
profesional y como persona. Quedo atento a tus comentarios, precisiones e ideas
para proceder a hacerte una propuesta más estructurada y formal para darle
viabilidad en las instancias que corresponda.
Un
abrazo fraterno de tu discípulo y amigo,