¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?

¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?
Colombia herida

sábado, 3 de julio de 2010

Pienso que tenemos todo por pensar. Para empezar de nuevo.

Debo decir que el texto que subí a “Calma, quietud y tribulación”, con el título inventado de última hora “Dolor profundo, vómito de rabia, Patria Maldita”, no fue un ataque verborrágico motivado por la aplastante victoria de Santos sobre Mockus el 20 de junio. En realidad, lo único que agregué fue el título y el último párrafo. El resto fueron pequeñas regurgitaciones regadas en diversos momentos de desespero, reacciones a esas pequeñas historias personales y patrias que se vuelven fácilmente rabia y dolor. Al final, fue un texto armado como Frankenstein de distintos comienzos inconclusos que abandonaba hastiado de hastiarme. Y la verdad, no pensaba publicarlo. Hay muchos textos que reposan en un estado de limbo ahí, escritos, en hibernación. Pero ese día sentí un dolor tan profundo, una nausea tan asquerosa y odié tanto lo que pasa en Colombia que decidí evidenciar ese malestar acumulado y reflejado en esas pequeñas cuotas por tanto tiempo. Y obviamente es un malestar que persiste ante la impotencia de acciones inertes ante males inmensos.

Las elecciones exacerbaron sentimientos que venían en ebullición. Sabía que las elecciones se perdían, eso lo tenía claro, y quizás alcancé a intuir, sin dejarlo traslucir, que sería catastrófico, aunque quería que fuese distinto. Y comprendí que las elecciones sólo fueron la evidencia que mostró cómo está construida la “democracia” en Colombia. No importa si hubo fraude o no. No importa si fueron 9 millones de votos por Santos por 9 millones de tamales repartidos. Eso es lo de menos.

El problema es que la estructura social en Colombia, que para mí es a todas luces injusta, desequilibrada, preferente para los ricos y controlada por los ricos, es inamovible por la vía electoral, y dado el nivel de alienación y conformidad que percibo en toda la sociedad, inamovible por cualquier vía.

Son esperanzadores esos 3 millones y medio de votos para los verdes. Pero es esa esperanza tradicional que le permite a uno entender que en Colombia el deseo de cambio es simplemente minoritario. Bien intencionado, noble y sincero, pero minoritario. La pregunta que ahora me ronda es si vale la pena luchar por una sociedad que no quiera cambiar, que aparentemente está conforme con lo que sucede. Si está bien que uno deje de criticar a una sociedad en la que la gente aprecia su pobreza y admira la riqueza de los ricos. Finalmente, la gente en Colombia es una de las más felices del mundo de acuerdo con un riguroso estudio del Instituto Internacional de Risología y Felicidad Fortuita con un estricto e infalible método de ver qué sociedad se ríe más cuando trasmiten un divertido comercial de Davivienda.

No me voy a arrepentir de mis reacciones viscerales porque considero que no son infundadas. Además no estoy empuñando armas para justificar los muertos de mi ira. Estoy plasmando mi escozor en un escrito, en un papel que sólo llegará a quién quiera verlo, sin más daño que la susceptibilidad de quién no esté de acuerdo. Y esta trinchera no esconde las vísceras, todo lo contrario, las expone y les da sentido.

Colombia me duele, por eso la asumo con una posición crítica y dejando traslucir la rabia que siento al verla en esa franca decadencia en la que cada golpe genera más alegría que tristeza. No entiendo cómo es grato que en un país se piense que hay progreso cuando la pobreza supera el 50%, cuando el desempleo se acerca peligrosamente al 15%, cuando los homicidios en las grandes ciudades siguen en aumento y se van develando enfrentamientos entre bandas de mafiosos al mejor estilo mexicano con masacres a la salida de las discotecas. No entiendo cómo es seguridad democrática que caigan muchachos inocentes en nombre de esa seguridad sólo para dar resultados. No entiendo cómo es aceptado que se entreguen subsidios millonarios a familias multimillonarias que sencillamente no los necesitan mientras no hay dinero para poner en marcha la ley de víctimas de la violencia. Y no entiendo cómo es para alegrarse que la guerrilla esté disminuida, cuando está gobernando en Venezuela como un Gobierno legítimo que puede dar la guerra desde la regularidad de las naciones. Porque la guerrilla en Colombia es un grupo de delincuentes uniformados. Pero en el ámbito internacional está dirigida por un loco disfrazado con boina roja que tiene armas y poder para hacer una fiesta bélica.

Esta posición crítica me ha significado que me califiquen de apátrida, argentino, desagradecido y cobarde. Y lo asumo, con tranquilidad.

Ahora, reconozco que debo ser más serio para asumir una posición no sólo crítica, sino estructurada. Reconozco que esto va más allá de sentarse a decir sandeces viscerales. Reconozco que me falta ser más intelectual y menos activista. Reconozco que soy bueno para lanzar piedras pero no tanto para justificarlas. Pero creo que el camino correcto está en desnudar esas falencias para encontrar un apoyo sincero de este pequeño combo que se está armando alrededor de unas ideas compartidas.

Admiro profundamente a las personas que están dando la pelea allá, de frente al cañón, asumiendo los riesgos, soportando las derrotas con gallardía y asumiendo el día a día de la lucha con sus consecuencias. Yo sólo espero que comprendan que desde la distancia también se programan las luchas. Fidel y Ernesto llegaron a Cuba desde México en un barquito que no era muy estable y desde ahí construyeron una revolución romántica. No sé si ahora conserve su intención, creo que no, pero es admirable cómo se ejecutó con barbudos pobres, pero convencidos.

Ahora soy consciente de que no tengo una propuesta. Si la tuviera, sería sólo una arrogante reacción de lo que creo intuitivamente que debe ser. Y considero que una propuesta no es una reacción arrogante de un pichón de intelectual. Ahora, sólo soy un ciudadano desconcertado por el trauma de una nación que actúa traumatizada. Un ciudadano que se fue de su país para verlo desde afuera sin la certeza de estarlo viendo bien. Por eso es importante para mí la construcción conjunta de visiones de estos 10 quijotes convencidos de un ideal latinoamericano como un modelo para armar con base en principios éticos y con base en un deseo obsesivo por imponer la justicia social.

Este es nuestro pequeño barco virtual que lleva una revolución por aguas turbulentas. Una revolución que por lo menos impacta en la mente de los tripulantes y genera reflexión profunda y sentido de Patria. La travesía no es de días o semanas o meses. La revolución no es un instante, una fecha, una conmemoración. La revolución es una forma de vida. Una forma de vida de posiciones críticas, acciones, deliberación, odios y amores, reacciones, discusiones, partidarios y contradictores.

Ahora, reconozco mis profundas debilidades y mi propuesta es simple. Hacer de este espacio, de esta trinchera un debate de contribución mutua en el saber para la acción. No hay límites temporales precipitados por unas elecciones o una coyuntura especial. Parto de la base de que acá van llegando a este barco personas dispuestas a jugársela con ideas, por ideas para generar acciones. El problema quizás no sea Santos ni lo que representa. Quizás el equivocado sea yo al creer que el sistema es injusto. Pero tengo claro que debo estudiar mi acierto o mi error con criterio, con estructura, con bases serias.

No soy un líder. Soy un gregario de buenas intenciones. Por eso me la jugué por Mockus y me la jugaré por él o por su sucesor en el año 2014. Soy un gregario de buenas acciones. Estoy acá para que me ayuden a nutrir un sentimiento que se llama Patria. No odio a Colombia. La amo. Y porque la amo me duele su dolor, ataco sus desigualdades y me encarnizo con sus hechos. Digo que no me merece porque quiero que me merezca. No porque yo sea un ser superior digno de venias y reverencias. Digo que no me merece porque quiero que Colombia merezca todo lo que quiero para ella: Justicia Social, respeto por la vida humana, Democracia Deliberativa en la que un argumento pese mucho más que una bala.

Amo a mi país porque me dio todo lo que tengo y me hizo todo lo que soy. Y si digo que no me merece es porque quiero verlo a mi lado, y merecerlo y dar hasta la vida misma por su sublimidad hecha Patria. Después de pensar, sólo pido su ayuda para crecer en este camino revolucionario que no es un instante, es una forma de vida a la que entrego mi vida.

miércoles, 9 de junio de 2010

El siguiente paso.

No puedo dejar de pensar y tengo que escribir, desde acá, desde este país “flaquito pero bonito” que es Chile.

Con el perdón de mis “colegas”, voy a prescindir del odioso análisis de “la Ciencia Política” y optaré por opinar, simplemente opinar como opinador que soy. Los politólogos en Colombia, se han especializado en hacer arrogantes predicciones, para luego decir con aún mayor arrogancia, por qué sus predicciones fueron unas pifias hilarantes. Entonces, habré de reconocer que la Universidad de los Andes, con toda su pompa, le dio un título a un charlatán que lo reconoce abiertamente a costa de un billete largo y un mediocre promedio. Yo vengo siendo ese mediocre charlatán. Y no porque tenga nada en contra de mi alma Mater ni mi carrera, simplemente porque hoy no quiero ser profesional, al igual que siempre, que me alejo del profesionalismo para disfrutar de la opinión desprevenida y franca, la de la tienda conversando con doña Lupe.

Pero bueno, ya sin preámbulo, creo que no hay que seguir sacando la calculadora de las ilusiones porque las cuentas ya están hechas. En Colombia siguen predominando la politiquería, las maquinarias, el clientelismo, el aprovechamiento de la necesidad de la gente con fines electorales y todos esos vicios que hacen que los votos de las personas que quieren un país más justo sean duplicados por otros a los que les convienen las vainas chuecas y que además pueden someter el voto de una base desposeída, torpe, ignorante y apática. Eso no necesita calculadora y mucho menos la calculadora de las ilusiones. Me confié, creí que ganábamos apretado la primera vuelta y barríamos en la segunda. Creí que Vargas Lleras venía repuntando bien, quitándole votos a Santos, que Petro mantenía su caudal electoral, que Pardo conservaría los votos de su esposa y él y que Nohemí… bueno, que Nohemí finalmente llegaría al caudal de lo que Andrés Molano muy hábilmente definió como el “efecto soufflé”. Se infló por una imagen de antaño que se desinfló cada vez que abría la boca para parecer cada vez más reina y menos candidata. Sus intervenciones en los debates fueron deprimentes. A punta de “TPP” que parecía más bien una porra de “cheers” que un programa de Gobierno, terminó en el sótano de los afectos electorales.

Creí en los índices de las encuestas y la euforia cibernética. Creí ilusamente que la masa de la opinión sensata esta vez sería suficiente. No fue así, me equivoqué. Afortunadamente, también di mis predicciones como simple aficionado que le apuesta a la polla futbolera y que cree que súbitamente Ghana le podría ganar la final a Francia sólo porque los de Ghana son unos bacanes que juegan bonito. Pero no es suficiente con querer y creer, hace falta estrategia, entrenamiento, fogueo, inteligencia… y algo de las armas del oponente sin caer en sus vicios y marrullas, en sus bajezas y suciedades, en sus maquinarias y sus trampas. Pero sí se puede mandar una que otra patada a la canilla con disimulo, a sabiendas de que puede aparecer una tarjeta amarilla… o que quizás no.

Lo que quiero decir es que no es suficiente actuar con buena voluntad, fe, bacanería y arte. El poder en Colombia está establecido como una estructura inmóvil. Por eso su transformación no será fácil ni se logrará en estas elecciones. Pero hay una oportunidad nunca antes vista para hacer una oposición radical y una resistencia reflexiva que dará resultados en el mediano plazo.

Doy por descontado que la segunda vuelta se pierde. El politólogo Alfredo Rangel dice que se gana por más del 70%. Él es un “analista” de Santos. Es decir, es un santista, por lo tanto no me inspira respeto como analista. Además que él hace análisis con cartas marcadas. Él sabe cómo funciona la corrupción desde dentro. Así como yo mismo no me inspiro respeto como analista porque me considero un activista. Yo lo veo más hacia el 60% 40%, pero igual, se pierde. Y no es pesimismo, son cifras, maquinarias, alianzas. Creer que va a pasar lo contrario, es iluso.

Pero creo que en este caso, para Santos y todo lo que representa, ganar es poder perder, y perder mucho. Mi reflexión es la siguiente: Santos va a recibir un Gobierno del que él participó. Participó y protagonizó sus escándalos. Por lo tanto, no llega a corregir sino a encubrir.

Debemos tener en cuenta que llega con por lo menos un 40% de oposición. Es un porcentaje alto, entre los que se cuentan la mayoría de periodistas investigativos que levantarán hasta el último tapete de las porquerías que Santos y su régimen quieran guardar. Creo que su mentalidad troglodita, formada en Kansas y calcificada en Harvard, le harán pensar que la censura y la represión son un camino. Eso le hará perder adeptos rápidamente, porque en Colombia la base es torpe y sumisa cuando se compra, pero es reactiva cuando se le restringe. Entonces, no se si con el corazón o con la razón, predigo que en menos de un año Santos rondará una popularidad real del 40% máximo. Y digo la real porque los medios y las encuestadoras, vendidas al régimen, nos dirán otra cosa.

Es así como la oposición y la resistencia, que somos nosotros, los verdes, los amarillos no clientelistas y algunos apáticos convertidos, deben ir fraguando la revolución. Cada error del gobierno Santos debe ser magnificado, divulgado, evidenciado y sustentado, muy al estilo de Daniel Coronell, que no inventa, sustenta documentalmente cada una de sus denuncias. El ímpetu cibernético debe optimizar esta información, no desbaratar los grupos verdes, por el contrario, mantenerlos, estructurarlos, “deselectoralizarlos” y convertirlos en tanques de pensamiento serios y consistentes. Cerrar algunos a personas expertas en diversos temas para que los Trolls no hagan sus expediciones de espionaje y sabotaje y construir una masa crítica menos emocional y más inteligente. Es la mejor forma de ir debilitando al Gobierno y con el Gobierno al régimen. No hablo de infamias, calumnias, inventos. Hablo de lo real y evidente que es fácil encontrar en un gobierno corrupto como el que se nos viene con Santos. Uribe le entregó un taco de dinamita encendido a Santos que van a querer apagar. Nuestra misión es que ese taco no se apague y le explote en las manos tanto cuanto tenga que explotar.

Siguen andando las investigaciones por las operaciones ilegales del DAS, el dinero de Agro Ingreso Seguro no se retornó nunca y lo que más le implica, las investigaciones por los “falsos positivos”, siguen andando, cada vez con la mirada internacional de reojo más de frente. Es fácil hacerle a Santos de su Gobierno un infierno. Es fácil quitarle esa sonrisita socarrona y cínica y sacarle canas, quitarle el pelo y pasarlo a la historia como lo que pinta que va a ser: Un Presidente ilegítimo, subido por la dinámica de una democracia corrupta, por la ayuda de El Tiempo y de Uribe. Un presidente bobo. Santos no es inteligente, eso ayuda mucho. Lo rodea gente tramoyera y astuta, pero nadie del nivel de un Vladdo, de un Kalmanovitz, de un Coronell, de tanta gente que no tiene el chip de la perversidad como en las huestes santistas, pero que sabe reaccionar frente a un enemigo perverso.

Creo que el triunfo de Santos será un triunfo miserable. Ahora aliado con los conservadores, siempre lentejos, con Cambio Radical, que ni es Cambio ni es Radical, tan sólo son los representantes light de la pupicracia nacional que se confunde fácilmente con la democracia tradicional, y los liberales que van de tolda en tolda buscando migajas, como Juan Manuel Galán, con tanto de Juan Manuel y tan poco de Galán.

Los de ese lado, el lado orgullosamente elitista, dirán que respiro por la herida. Es decir, los dos o tres que puedan leer esto algún día. La verdad no. La verdad no me siento ni herido ni derrotado. Me siento como cuando en el ajedrez le dejan a uno la reina servida después de que a uno se le comen un caballo. Sonríen por el caballo, pero no ven la papaya que dan con la reina. Y la reina es Santos. No por el bótox, sino por el poder que concentra y que no sabe administrar porque no es un estadista. Es un delfín con buena suerte, buenos padrinos y buenos medios. Nada más. Y nos lo vamos a comer vivo.

Por eso esta propuesta, que no es soterrada ni oculta, pero si subversiva y revolucionaria, dos palabras que adoro y que la guerrilla colombiana prostituyó en su infinita ambición y salvajismo.

La propuesta inicial, resumida, es abrir los ojos, estar atentos a los errores de este Gobierno y darle con todo. Asegurarnos de que los escándalos de corrupción se sepan en la Indochina. Que los excesos de las fuerzas militares y los organismos de seguridad del Estado ordenados por el Gobierno lleguen hasta la Polinesia. Que las componendas burocráticas y clientelistas lleguen a Canadá, Argentina y Rusia. Con eso iremos socavando las bases de una estructura corroída. Que se note que somos, por ahora, más de 3 millones de opositores radicales, una resistencia organizada, ideologizada y mística.

Este es el primer paso de una serie de pasos que llevarán a una revolución. No me quiero adelantar más. Porque debemos ir paso a paso.

Adicionalmente a esto, tienen que venir los intelectuales a nutrir el cambio, a proponer, a estructurar un nuevo modelo para la pirámide social y la nueva democracia. Este es otro nivel, en el que ya deben estar trabajando los expertos que consideran que una sociedad más justa es posible. Aún no me considero con ese nivel. Soy un párvulo de intelectual que goza más con el activismo y la revolución de las letras.

Esta es mi trinchera y esta es mi propuesta inicial que deberá ser nutrida. Es sólo un punto de partida para compartir ideas, más ideas, con la clara intención de hacer tambalear un Gobierno ilegítimo, corrupto y plutocrático hasta que caiga no sólo como Gobierno, sino como régimen inequitativo, injusto y desigual que promueve el acaparamiento de la riqueza y la perpetuación de la pobreza como herramienta de dominación.

Este espacio es mi trinchera, pero ustedes, ocho quijotes acá conmigo, me pueden compartir sus hermosas ideas de revolución para seguir nutriendo la lucha.

Porque las luchas justas no tienen fecha de vencimiento.

martes, 1 de junio de 2010

A pensar...

No soy iluso, pero no pierdo la ilusión. No creo que los resultados hayan sido positivos, pero tampoco creo que sean catastróficos. Creo que la euforia fue superior al trabajo. Y creo que nos confiamos en los girasoles, la buena onda, la camaradería y en el “tú también ayudaste”.

Hoy me retiro unos días a pensar. Me voy para Chile. Y voy a apagar este aparato que me trae tantas noticias que debo decantar en la distancia. Creo que esos retiros espirituales son importantes para tratar de elevarse al cosmos y valorar la lucha desapasionadamente.

Nos jugamos mucho en estas elecciones que pasaron y la otra votación nos duplicó. Pero no hemos perdido nada. Hace tan sólo cuatro meses Mockus y el Partido Verde, eran sólo una llamita de vela. Hoy son una hoguera que calienta a más de 3 millones de espíritus que creen que ser ciudadano, buen ciudadano y ciudadana, vale la pena. Vendrán años difíciles, de apretar los dientes y controlar la ira. Vendrán más escándalos de corrupción nunca resueltos o mal resueltos por una justicia amordazada. Vendrán tensiones absurdas que pondrán a Colombia contra las cuerdas en el concierto internacional. Vendrán olas de ingobernabilidad absoluta porque Santos no podrá mantener en el tiempo ni en el El Tiempo las prebendas que le habrán de significar este triunfo, que resulta pírrico, por la forma como se consigue.

Me han dicho que soy un pesimista. Quizás. El hecho de ser colombiano me facilita el pesimismo. Me gusta. Lo disfruto. Porque cada buena noticia o logro es una sorpresa encantadora. No hay nada más grato que la derrota de un pesimista. Siento que la segunda vuelta se pierde. No tan abrumadoramente, pero se pierde.

Por eso, aprovecharé mi retiro espiritual para asumir una nueva posición para este revejido país. Para planear una estrategia, una estructura, un método de acción. Para mirar cómo jugamos esta “jenga” de palitos inestables para que se le caiga la torre no sólo a Santos, sino a todo lo que representa. Y los que queremos un país más justo, sabemos qué representa.

Me voy un rato. Ofrezco excusas por hacerlo en este momento. Parece que dejo el blog andando como un carro sin conductor en plena bajada. No es eso, sólo voy a parar un rato para fumarme un cigarro, respirar profundo y pensar de nuevo. La lucha no va a ser fácil y necesitamos renovar el espíritu del combate.

Un abrazo a los y las seis quijotes que hasta hoy se han unido a los “seguidores” de esta trincherita. Para mí es muy grato saber que comparto este diálogo de bacanería con cibernautas que se atoraron acá para tomarse unas polas virtuales conmigo.

Ya nos veremos a la vuelta que no es en un tiempo largo. Sólo unos días. Gracias por estar acá. La esencia de la lucha está en los ojos atentos y las manos dispuestas para hacer. Hasta pronto, muy pronto.

lunes, 31 de mayo de 2010

Entrada de madrugada del 31 de mayo para abrir el blog. Para abrir la lucha.

En mi blog Calma, quietud y tribulación, me permití añadir unas entradas de tintes políticos, clamores colectivos que yo hice míos para convocar una solidaridad que fue y ha sido evidente, grata, motivante.

Pensé que una vez ganáramos las elecciones presidenciales de 2010 con Antanas Mockus, lo que daba por descontado en mi infinita ingenuidad de creer que en Colombia hay más pueblo soberano que élite dominante, volvería a la imaginación literaria, a la crónica y quizás a una que otra obra de satisfacción, haciéndole seguimiento a un cambio en la sociedad que vería desde mi exilio voluntario en Buenos Aires.

Son las 2:33 de la madrugada en Buenos Aires y las 12:33 a.m. en Colombia. Acaba de culminar un día nefasto para la democracia, para la autodeterminación del pueblo colombiano, para la esperanza de un grupo creciente de personas que cree en una sociedad más justa, con unas élites más dirigentes, un pueblo menos oprimido y una estructura social más equitativa e incluyente. Pero no, no fue así. Ahora, yo, péndulo entre la rabia y la tristeza, arrastrando desconcierto y desolación.

En cualquier caso, a pesar de los fraudes evidentes ya denunciados por la Misión de Observadores Electorales que descubren la compra de votos desde las huestes oficialistas, esas mismas que representan en la política a ese grupúsculo que acapara la riqueza y el poder, siento que la mayor responsabilidad de esta derrota recae en el pueblo, en la sociedad, en ese grupo amplio de personas de la base que se someten y someten a toda una Nación por acción u omisión. Es incomprensible que alrededor de un 51% de votantes no hayan ejercido su legítimo derecho al voto. Yo mismo no lo hice pero porque median 5 países entre mi mesa de votación y yo, sin una tutela que me hubiese abierto la posibilidad de votar. Y fui activo, políticamente activo. La apatía es un cáncer que se traga la estructura de una sociedad justa. La democracia se ha convertido en una herramienta más de la clase dominante que además legitima todas sus acciones mientras los cómplices pasivos de su accionar se quedan en sus casas durmiendo, viendo fútbol, burlándose de “la gente que vota” o qué se yo.

Ahora percibo mi exilio como una necesidad, como una plataforma de acción política que debo explotar con un impacto desconocido pero cierto. Este nuevo blog no busca convocar sólo opinión, sino también acción. El bosque se ve más claro desde afuera y las guerras no se planean sobre el terreno sino sobre los mapas. Mi apuesta en este blog es sentar una posición política estructurada, formada con quienes quieran intervenir para ponerle seriedad al cambio, que me den su aporte desde mi país y desde otros puntos del planeta. Los resultados en los que confiábamos iban a ser más esperanzadores, pero no fue así. Ahora se tiñe de nuevo un panorama de gris plomizo, con una nueva mafia en un renovado poder.

Acá, prescindiré del estilo. Acá trataré de ser más claro y directo. La literatura se quedará en Calma, quietud y tribulación para permitirle a este espacio una interacción más clara en función política, en buscar alternativas de acción, de generar una revolución de ideas que se pueda materializar en una revolución real que nos permita recuperar al país de las garras de las élites que no lo quieren soltar.

Sí, este es un espacio subversivo y revolucionario, abierto a las ideas de cambio con un fin específico. Construir una estrategia de acción que nos permita recuperar el país de las mafias, los mafiosos, los pícaros y sus picardías. No se considera la violencia como una alternativa pero sí la radicalidad de las ideas y su ejecución.

Acá no son bienvenidas las FARC ni sus acciones. Acá no es bienvenido Chávez y su injerencia indebida sumada a su megalomanía demencial. Acá no es bienvenido quien acepte la muerte de otro colombiano como algo legítimo para alcanzar el poder. Acá espero ansioso a este grupo de compatriotas descubierto por todo el mundo y en mi propio país, dispuestos a lograr un cambio hacia la ciudadanía y la convivencia pacífica. Pero espero ideas innovadoras, agresivas, creativas para lograr recuperar lo que es nuestro. La justicia social y la equidad no sólo son derechos. Es obligatorio procurarlas. El compromiso, así fuere solitario entre mí y mis escritos, será el de recuperar la democracia para el pueblo. Esta es una ventanita subversiva porque va en contra de un régimen corrupto, pero a la vez constructiva porque le quiere devolver ese régimen más que a la legalidad, a la ética, porque es claro que muchas leyes son sólo herramientas del poder para afianzarse a sí mismo.

Esta es una entrada improvisada de tres de la madrugada que sirve de apertura a una lucha perenne, persistente, consistente, denodada y que no tiene fecha de vencimiento. Terminará cuando las élites corruptas dejen de utilizar las herramientas de la democracia para su propio beneficio, cuando el Estado represente los intereses de la sociedad y cuando el ciudadano cobre más valor social que el mafioso. Ese día, habremos cumplido. Entonces bienvenidos y bienvenidas. El camino será largo y tortuoso, pero los resultados seguramente irán marcando una ruta de satisfacción inmensa. Gracias por estar ahí… así este mensaje se quede para mí sólo. Todo bien. Acá está quien quiera estar y se puede ir quien disponga que es lo correcto. La libertad está en hacer. Y este es mi pequeño aporte.

Por qué no voto por Juan Manuel Santos. (24 de mayo de 2010)

Aunque parezca producto de la mente de un JJ Rendón verde, que no lo soy, y que no tengo el poder para serlo como párvulo refugiado en un blogcito de difusión gratuita y restringida, si voy a decir abiertamente por qué no me gusta la figura de Juan Manuel Santos para que sea presidente de Colombia. Trataré de hacerlo de una forma objetiva y desapasionada, aunque sé que no lo voy a lograr porque es que de verdad el tipo me cae mal. Evitaré apelativos como “Chuky”, “Grinch”, “Santo Positivo” o cualquiera que ataque la desagradable apariencia física de este ser… do.

Voy a empezar por el final: A mi no me gusta la gente que se alegra con la muerte de otro ser humano. No voy a negar que sentí alivio cuando dieron de baja a Raúl Reyes. Porque ese era otro que se alegraba con la muerte. Y aplaudí al Gobierno por el operativo, porque sé que consultándole a Correa todavía andaríamos detrás de él para pedirle el favor de que por lo menos le sacara la lengua en territorio ecuatoriano. Y él no lo hubiese hecho. Me molesta es toda la política generada alrededor de los estímulos para dar caramelos por muertos y el desprecio tan grande por la vida que este estúpido experimento suscitó.

Los grandes demócratas de la historia, han visto a la muerte del enemigo como un mal necesario en la procura de fines superiores de la sociedad. Pero un mal. Y el grueso de los muertos en nuestra guerra no son como Raúl Reyes. Son unos muchachitos sacados de sus casas a la fuerza cuando no han dejado de ser niños, bajo presión y en contra de su voluntad que les dan un fusil a las malas y les ordenan matar so pena de su propia muerte o la de sus familias. Creo que el merito real de un demócrata está en sacar a estos jóvenes de la guerra vivos, no muertos. No mostrando cómo aparecen sus botas ensangrentadas saliendo de unas bolsas negras horribles mientras todos los que están vivos se abrazan jubilosos como si esto fuera una cacería de bestias. No, ese país no me gusta, y el estratega que lo pinta así, tampoco.

No comparto el ideal guerrillero, o mejor, su falta de ideales. Mucho menos comparto su forma de proceder y de torturar a todo un país secuestrando, matando, extorsionando, y todas las porquerías que hacen. Son despreciables como se les mire. Pero la brutalidad no se puede atacar con brutalidad. La brutalidad se ataca con inteligencia, y a todas luces, Santos no es un tipo inteligente. Es instruido, educado y tiene más cartones que la casa de Lupe, una desplazada que vive en “el paraíso” arriba de lucero alto. Pero no es inteligente. Un tipo inteligente daría incentivos por pacificar, no por matar.

Matar es fácil, más si se tiene un fusil para hacerlo. Pacificar requiere de más sesos. Qué tal si a un comandante de división se le dan estímulos por reducir los combates en su zona, por cartas de gratitud de la comunidad que protege, por actividades que le procuren cariño y no miedo. Qué tal si se incentivara al Coronel que sea capaz de disuadir a un grupo de muchachos guerrilleros para que se desmovilicen y sean productivos en el bando de la legalidad. Qué tal si los muertos fueran la última opción y no la primera. Sencillo, habría menos muertos y más vivos. Pero si a un general le dan caramelos, medallas, vacaciones, viajes y prestigio a cambio de muertos, muertos se tienen. Porque si uno corrompe la cabeza de ahí para abajo todo se corrompe. El General premia al Coronel, el Coronel al Capitán, el Capitán al Sargento, el Sargento al Cabo, el Cabo al soldado y ya… muertos elevados a la potencia “n” tenemos.

¿Y si no podemos matar guerrilleros? Fácil, nos inventamos guerrilleros. Cogemos al hijo de la señora Lupe que es medio tránsfuga, le ofrecemos un puesto en Ocaña, lo emborrachamos y lo matamos. Vamos a donde mi General, él nos da un fin de semana de permiso y una platica y mi General queda bien con mi Ministro de Defensa ¿Y doña Lupe? Doña Lupe no importa, para eso tiene hartos hijos y le damos platica de “Familias en Acción” por seguir preñándose irresponsablemente ¿Y el Ministro que diseñó todo esto? El Ministro ahora es candidato presidencial con grandes posibilidades de ganar y no le ha dado nunca la cara a doña Lupe así doña Lupe lo busque para que le de una explicación. Aparte de que no le da la cara, le manda a decir con su señora esposa, que si no vota por él, le quita el subsidio de Familias en Acción.

Y doña Lupe sólo piensa: “me tocará votar por el Santos porque o si no me quedo sin el “suicidio” de Familias en Acción”. Y ya, Santos tiene hasta el voto de doña Lupe a pesar de que él diseñó la estrategia que terminó con la vida de su hijito tránsfuga, el que más quería, porque o si no, no podría mantener a sus otros 5 hijos que le dan platica con los “suicidios” de Familias en Acción. Esto si es ganar por punta y punta, pero no me vengan con que es inteligencia. Esto es astucia, hasta “picardía” es.

En cualquier país maduro esto tendría una responsabilidad política que debería asumir un personaje político. El endiosamiento de Uribe lo inhibe a él de asumir cualquier responsabilidad. Así sea evidente su responsabilidad directa, como con las interceptaciones ilegales del DAS. Pero uno por lo menos esperaría, como ciudadano, que el Ministro de la cara. No sólo no dio la cara sino que quemó a más de 10 generales y un sinnúmero de oficiales sin el debido proceso, algunos de ellos sin responsabilidad alguna y se los tiró a los leones de la opinión pública y la justicia como cualquier emperador romano en problemas. Y aún hay quien piensa que las Fuerzas Militares “lo adoran”. No, no es cierto. El resentimiento que genera Santos en los soldados honestos de la Patria detrás de bambalinas le haría casi que ingobernable el país. Un mito más desvirtuado. Esto sin contar a todos los generales de la policía que quemó injustamente para poder subir a Naranjo, escudado en otra evasiva de su responsabilidad cuando se empezaban a destapar las “chuzadas”.

Otra cosa que no me gusta de Juan Manuel Santos es su “camaleonismo político”. A simple vista se nota que no es un tipo de estructura y principios. Es un político ávido de poder. Ha servido a dios y al diablo con tal de no perder vigencia.

Made in USA, privilegiado de los pocos que podían estudiar fuera en los 60´s, no regresó de Harvard a Colombia. Mejor se fue para Londres a representar a los cafeteros colombianos cuando en la vida había visto un palo de café. Quizás acá esté aflorando mi resentimiento social de lumpen. Entonces no diré más al respecto.

En todo caso llegó a Colombia a principios de los 80’s para hacer una carrera periodística corta en la que admiró profundamente a Antanas Mockus, para luego meterse de cabeza en la política desde la que despreció y ha despreciado a Antanas Mockus por no ser un político tradicional y que más bien le parecía un payaso simpático.

Fue Ministro de Gaviria, de un Ministerio sospechosamente creado para él. Fue el primer Ministro de Comercio Exterior. La apertura económica de Gaviria dejó a mi tío que fabricaba camisas en Pereira en la absoluta quiebra y sin ningún respaldo del Estado. Quizás acá también esté brincando mi resentido de lumpen. Después, Santos pasó al partido liberal de codirector, esperando para dar el zarpazo durante el Gobierno de Samper. Ante la ingobernabilidad de éste, que se vendió a los narcos para ser Presidente, dicen, no me consta, que le quería hacer el cajón al bojote junto con unos militares y otros paramilitares para tumbarlo. Qué lindo. El mismo Samper lo dice y las mentiras entre mentirosos resultan creíbles.

Como no pudo dar el zarpazo por la resistencia del serpazo, prefirió ser precandidato. Pero como tenía más fuerza un Topolino modelo 70 sin reparar, prefirió desistir para seguir viendo a qué árbol se arrimaba. Ganó Pastrana la presidencia en el 98 y lambió y lambió y lambió y lagartió y lagartió y lagartió hasta que por presión política Pastrana lo nombró Ministro de Hacienda en el 2000. De él sólo recuerdo el impuesto del 2 por mil en las transacciones bancarias que ahora es 4 por mil para superar una crisis de los bancos. Ahora, que los bancos están bien, yo no veo que me devuelvan esa platica por las utilidades monstruosas que presentan. Y el impuesto sigue.

Después, Uribe… y me da pereza contar qué pasó. Además todos lo vimos en vivo y en directo. La carrera política de Santos se resume así: Con Gaviria se volvió gavirista, con Samper se volvió oportunista, con Pastrana se volvió pastranista y con Uribe se volvió uribista. Ahora sólo es Santos y como no es nada de lo anterior, sólo es un político vacío de contenido y lleno de soberbia acumulada en estos 20 años.

Juan Manuel Santos es el típico camaleón político que se para encima de la cabeza de sus amigos y enemigos para obtener el poder. Es producto de unos medios que él controla o que controla su papi o su primis o su tío. Es el típico representante de una élite recalcitrante que nos ha tenido del cuello durante los últimos 200 años. Es el típico representante del maquiavelismo que avala que el fin justifica los medios. Y el fin es su poder al que ama con absoluta pasión, pero por el poder mismo, por nadie más. Por el gusto de sentirse poderoso. Y el poder lo siente dirigiendo tropas al combate, que le lleven en canastos la cabeza de sus enemigos y jugando al Mariscal mientras gana guerras que se inventa.

No me gusta Santos porque es la representación de la continuidad, lo que asume con cinismo. Del Úberrimo a El Tiempo todas son granjas y todos somos peones. Son capataces que nos dicen cuáles son los principios que debemos respetar así ellos mismos se los pasen por la faja cada vez que se les da la gana. Son patrones, pero no son líderes. Son mandoncitos, pero no saben mandar. Son arrogantes y les gusta sentirse así. Me refiero a Santos y a su estirpe de guerreros fabricados en Harvard, Oxford e intermedias.

Y por último, lo que no me gusta de Santos son los santistas. Pero no los que votan coaccionados porque les van a quitar el “suicidio” de “familias en acción”, esos me dan pesar. Me refiero a los santistas de pura sepa.

Vi un letrero en el Facebook de una compañera de la universidad que encaja dentro del perfil santista o como yo me imagino el estereotipo así: “ESTAMOS ELIGIENDO PRESIDENTE COMO SI FUERA LA MUCHACHA DEL SERVICIO: no sabe hablar, no sabe cocinar, no sabe lavar, no sabe planchar, pero es honrada!!!” con el consabido “ja,ja,ja,ja” subsecuente.

Me imagino a las señora de Urrea, de Urrutia, de Heinz, de Pombo, de Santamaría, de Ladrón de Guevara, de Santos y todos aquellas “de” que evitan mezclarse con el genoma chibchoide, muertas de la risa de esta “ocurrencia, ala”, mientras la pobre Lupe escuchaba lavando platos en la cocina, rezando para que no le fueran a quitar el “suicidio” de Familias en Acción. El juego de bridge en la que a la más “pila” de todas se le ocurrió eso, debió ser inolvidable.

Y así son la mayoría de santistas o por lo menos sus argumentos. Flojitos, agresivos, clasistas, peyorativos, pero sin fondo o consistencia. Que hay que acabar a esa “plaga”, pero uno no sabe si se refieren a la guerrilla o a los pobres. Que Mockus es como Chávez porque, porque, porque… no sé por qué… nunca lo explican. Que porque Mockus admira a Chávez. Prefiero a alguien que sepa tramar y amansar al mandril ese, que alguien que lo rete a pelear como varones o que le de en la cara marica. Que Santos representa la continuidad de Uribe, pero va uno a ver y los uribistas con ideales claros están o con Vargas Lleras o con Mockus. Los seguidores de Santos son esas elites genuinas o de levantados o “clase emergente” que llaman, que para entrar al club les piden el carnet del Partido de la U. Y a mi eso tampoco me gusta.

Si, lo confieso, no pude ser objetivo y mucho menos imparcial. Me cae mal Santos y lo que representa. Asumo los insultos, improperios, amenazas y hasta que me den en la cara maricas por pensar como pienso. Pero no me lo puedo guardar y menos aguantar. Menos ahora que el diario de mayor difusión en el país, El Tiempo, le está haciendo campaña en contra de cualquier criterio periodístico o informativo. Como yo no soy periodista, pienso y estoy en mi blog, gratuito y restringido, lo digo con claridad. No voto por Santos por nada, ni por los 40 mil que me dan si me agarro a escribir en la red ni porque venga hasta acá a ofrecerme Familias en Acción. No, gracias pero no. Comprendo a doña Lupe y que le toque hacerlo, pero sé que somos más los que no “tenemos” que hacerlo, entonces, YO, no voto por Santos. Me mamé de las picardías, los pícaros y los picarones y tengo resentimiento de lumpen. No y no. No voto por Santos.

Carta abierta a los mafiosos y las mafiosas en el preludio de las elecciones presidenciales de 2010. (27 de abril de 2010)

Buenos Aires, abril 27 de 2010.


Repudiados y repudiadas señores y señoras mafiosos y mafiosas, clase politiquera, secuestradores de la democracia colombiana durante los últimos 200 años.

Colombia.

E. S. C. (En su conciencia).


Señores mafiosos y señoras mafiosas,

Con todo comedimiento, pero con decisión y sin ánimo de desafiarlos (porque acabaría muerto) quiero exigirles que por primera vez en nuestra historia no priven a Colombia de lograr un cambio sustancial en su forma de ejercer la política.

No les voy a pedir ilusamente que dejen de comprar votos, de intimidar campesinos y de hacer acuerdos polítiqueros para lograr sus objetivos. No, eso sería como pedirles que dejen de ser ustedes y eso no lo van a hacer. Les voy a pedir que no vayan a ser tan radicales como Pablo Escobar y Santofimio en 1989 como para matar a Antanas. Les voy a pedir que no sean tan torcidos como Samper en 1994 como para financiarse en un porcentaje descarado de sus compañeros de lucha como los narcotraficantes, los terratenientes o los paramilitares para comprar conciencias y torcer autoridades electorales. Que cuando nuestro triunfo sea inminente no vayan a robarse las elecciones como Misael Pastrana en 1970.

Les pido que omitan esos extremos y se limiten a sus prácticas tradicionales. El tamal y la cerveza en las barriadas, el billete de 50 mil el día de las elecciones y hasta que hagan que voten los muertos que ustedes mismos han matado si desean. Incluso, si quieren, nadie podrá evitar que tuerzan a más de un jurado electoral, que se roben las mesas de la provincia y finjan problemas de orden público para alterar los resultados. Todo eso sé que va a pasar, pero no nos va a detener.

No pretendo que dejen de jugar sucio cuando sé que no conocen otra forma de jugar. Cuando eso les ha representado tener el poder por años y períodos tan largos. Cuando han elegido un presidente que ha dado todo un banco nacional a los narcotraficantes para que legalicen su sucio dinero y es enterrado como el más ilustre y noble de los ciudadanos u otro que puede financiarse su campaña con dineros de la mafia y luego, como si nada, es un ilustre garante de los derechos de los secuestrados. Entiendo que no tienen otra forma de jugar cuando con esa siempre han ganado mientras los colombianos “de bien”, que no servimos para nada, sólo renegamos y aguantamos.

Ahora creemos en este tipo Mockus, que no es un mesías pero que es buena gente. Que no cree que le vaya a pasar nada de acá al 30 de mayo. Que cree que puede hacer de nosotros, colombianos acostumbrados a bajarle la cabeza a su rifle, a su Toyota o a sus guardaespaldas, ciudadanos dignos, deliberantes y combativos con los argumentos, y que además cree que esos argumentos pueden derrotar a sus rifles, a sus toyotas y a sus guardaespaldas. Es un iluso, si, como yo, pero por favor, por ser iluso, no lo vayan a matar. Dennos la oportunidad de demostrarles que no somos tan idiotas como ustedes siempre nos han creído. Dennos la oportunidad de creer y hacer para que ustedes mismos se den cuenta de que es más sabroso vivir respetando al otro que pasándole por encima y que el poder no está en sus tierras de la que han despojado a los campesinos ni en el “tote” que nos sacan en la calle sino en el respeto que puedan inspirar por ser realmente respetables.

Mockus saldrá electo con el voto de opinión de las grandes ciudades, de los muchachos pensantes que orgullosos van a salir a votar por primera vez cuando hasta hace muy poco nada les importaba y no distinguían entre apatía y política. Mockus va a ganar con el voto del que siempre pensó que era mejor hacer la fila y respetar el carril que tener una Toyota de traqueto para echársela encima al del automóvil comprado con trabajo. Mockus saldrá electo a pesar de que ustedes hagan lo que hacen siempre fingiendo que somos un país democrático cuando esto siempre ha sido una mafiocracia dominada por ustedes y controlada por sus títeres.

Si señores, Mockus va a ganar porque no representa el voto del odio o el miedo. Pastrana ganó por el odio que inspiró Samper y su proceso 8.000 en su lacayo Serpa. Uribe ganó por el odio a las Farc que se exacerbó por la idiotez de Pastrana. Y volvió a ganar porque su tarea de odio no estaba terminada. Y cada uno gana por el miedo a dejar de ser lo que somos. Porque el trabajador de la tierra tiene miedo de que el terrateniente lo eche o lo mate. Porque el de la empresa teme perder el salario mínimo si no hace lo que el dueño insinúa. Porque cada cual está cómodo en su estiércol al que ya se ha acostumbrado. Por esa simbiosis asquerosa entre el poder corrupto y el estado que se hacen favores y se retribuyen ayudas entre trago y trago de Old Parr y palmaditas majaderas mientras se reparten tierras y subsidios por votos. Mockus es el voto de los que nos cansamos de sentir miedo y odio. De los que nos cansamos de odiarlos y temerlos.

Por eso, señores mafiosos y señoras mafiosas, sólo les pido que no maten a Mockus y que no se roben las elecciones que legítimamente vamos a ganar. Del resto nos encargamos nosotros sin que ustedes dejen de hacer lo que hacen. Nosotros nos encargamos de conversar con el pobre que ustedes van a comprar y ese día no se va a querer dejar comprar, nosotros vamos a hablar con el campesino que ustedes llevan con fusil a las urnas y ese día se va a querer esconder de ustedes, nosotros vamos a ir a votar masivamente por este señor Mockus y por su amigo Fajardo a pesar de que ustedes estén regados por todo el país impidiéndolo. Hagan lo suyo, nosotros haremos lo nuestro.

Nos harían un gran favor si le chuzan el celular a Mockus y dejan filtrar una conversación con Fajardo a los medios de comunicación, para que nos sorprendamos todos de que no hablen de cómo van a repartir ministerios, direcciones, notarías y demás, y pagar favores políticos como ustedes nos tienen acostumbrados, para escuchar en esa conversación cómo le van a llegar a la gente con libros, cuadernos, esferitos, puentes y toda una estrategia pedagógica para construir ciudadanía. Les pido encarecidamente que le chucen el celular a Mockus que yo no me canso de escucharlo. Por favor, todo el DAS detrás de Mockus. Creo que más de uno se educaría por teléfono. Que lindo sería que Mockus educara a los del DAS sin querer queriendo.

Entonces, les solicito que hagan lo que quieran pero que no nos maten la ilusión y no porque Mockus sea un mesías. Sólo porque es un ser humano y la vida es sagrada. Sólo porque es un medio para alcanzar un fin noble. Sólo porque lo queremos vivo en la Casa de Nariño y no rindiéndole honores con dolor en el Cementerio Central para que por colmo de males, lo entierren al lado de López y Turbay. Sólo porque es un buen ciudadano que quiere construir ciudadanía para que ustedes nos respeten, para que ustedes no nos intimiden ni nos sobornen ni nos maten.

Repito que este no es un reto con ánimo camorrero para que sean “varones”, tampoco les voy a dar en la jeta maricas. Esta es una solicitud respetuosa para que nos den la posibilidad de demostrarles que están equivocados, completamente equivocados y que al retomar el rumbo de la ciudadanía ganan ustedes, ganamos nosotros, ganan sus hijos y los nuestros y gana Colombia que se revuelca y se revuelca en lustros y lustros de infamia venerando gobiernos por ustedes puestos y por nosotros criticados. Esto no es la arrogancia de los “legales y morales” que somos nosotros contra los “ilegales e inmorales” que son ustedes. No, ese no es el asunto. El asunto es que yo ya me mamé de que ustedes me maten, me intimiden, me sobornen, me echen la Toyota encima, me saquen el “tote” y yo me cague del susto. Me mamé de ustedes y no los voy a desafiar. Pero si les digo algo, no nos vamos a dejar más, vamos a ir a las urnas y los vamos a derrotar, y nunca, pero nunca más, les voy a agachar la cabeza para que ustedes me humillen como traquetos porque yo me comporto como ciudadano. Nunca más. Porque aunque estoy lejos, Colombia es mi país y quiero volver y sentirme tranquilo, rodeado por ciudadanos y no por fieras armadas que ven resultados en muertos y no en niños felices.

Cordial, pero firmemente,


Andrés Felipe Giraldo L.

Por qué votaría por Mockus... (Marzo 12 de 2010)

Cuando nací, en julio de 1974, el presidente electo era el liberal Alfonso López Michelsen. Poco supe de él. Sólo que se inventó una ventanilla siniestra para que los narcos lavaran la platica en el Banco de la República y que su primo hermano, Jaime Michelsen Uribe, desfalcó al grupo Grancolombiano en miles de millones de pesos dejando en la calle a muchos ahorradores.

Luego, cuando tuve alguito de uso de razón, en 1978, fue electo el también liberal Julio César Turbay Ayala. De él supe un poco más, pero no más alentador. Tenía una política que se conocía como el Estatuto de Seguridad que en el papel era para preservar la democracia y en la práctica era para matar a comunistas armados y desarmados. Además, el M-19 se le tomó una embajada llena de embajadores y se le fueron para Cuba muertos de la risa. Para la posteridad sólo lo recordaría como la inspiración de los mejores chistes idiotas de idiotas que hubiese podido escuchar. Ahora para contárselos a mi hijo le tengo que hacer una clase de historia de este pintoresco personaje.

Después, en 1982, con algo de criterio infantil, el mejor de todos, vi como un ser salido de la poesía recitaba discursos con un tono que fácilmente curaba el insomnio de cualquier esquizofrénico. Había derrotado a un pelado joven de greñas rebeldes, bigote novelero y carisma arrollador y al cuchito López que era viejito desde que yo era un bebé. Ese joven era Luis Carlos Galán Sarmiento, a quien le debo mi amor por los temas políticos y el odio por la política y su uso nacional, no por su ejemplo, sino porque esa política lo asesinó. A Belisario, con ese tono que le salía con su paquidermismo para actuar, el M–19 también, mandado por Pablo Escobar, se le tomó la Corte Suprema de Justicia y masacró el único poder público respetable en el país. Si de verdad el “M” hubiese querido hacerle un favor al país, se hubieran metido al circo del frente cruzando la Plaza de Bolívar. Con Belisario empezó el narcoterrorismo también. Antes de lo del Palacio, los narcos mataron a su Ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla y empezó la cacería de jueces, magistrados, periodistas y todo al que se les opusiera. Belisario no era un Presidente, era un poeta jugando a mandar y mandaba con poesía barata y resultados costosos a merced de quien de verdad pudiera mandar.

Un país subyugado al narcotráfico le tocó recibir a Virgilio Barco Vargas en 1986. El tipo no era malo, pero estaba enfermo. Cuando tenía lucidez sabía gobernar, cuando no, su secretario privado negociaba el país con los narcos. Ya no hablaba bien, el altzhaimer lo tenía consumido.

Después Cesar Gaviria, en 1990, asumió la presidencia por casualidad, por error, porque mataron al verdadero Presidente, Luis Carlos Galán Sarmiento. Gaviria no fue un Presidente, fue un negociante. Sabía que debía combatir el narcotráfico pero también que tenía que quedar bien con todo el mundo. Con las encuestas, con los gringos, con el Congreso, con la oposición… vendió el alma a dios y al diablo, jugó en todos los bandos, pasó por encima de la conciencia moral de sus políticas y mandó a Colombia de nuevo a la guerra narcoterrorista por apresar y dejar volar a un megaasesino como Pablo Escobar a quien después tuvo que matar.

Después llegó Samper en 1994. Él quería ser Presidente. No importaba cómo. Y fue presidente apoyado por el narcotráfico. Lo pillaron y no pudo gobernar pero se pudo salvar de la cárcel que merecía porque compró a sus investigadores, corruptos congresistas. Terminó su mandato, pero no gobernó.

En 1998 llegó Pastrana, aún más ingenuo y tonto que Belisario, con la misma “nobleza” bienintencionada que sólo le dio más poder a la guerrilla para que secuestraran al país entero.

En 2002, un hombre de hablar paisa enérgico devolvió la fe al país. Álvaro Uribe Vélez. De carrera política intachable. Desde concejal hasta presidente siempre un ejemplo de “varón”. Iba a acabar con la guerrilla, malditas cucarachas de agua puerca. En 4 años el país estaría depurado de esta lacra que el bobalicón de Pastrana dejó crecer como espuma. 4 años no fueron suficientes y se hizo reelegir en 2006. Volvió a arrasar. 4 añitos más y las cucarachas rogarían piedad ante el Baygón Uribe. Entre tanto, sus amigos los paras se iban a negociar con los Estados Unidos irrisorias penas a cambio de su silencio en Colombia y dejar gobernar al patrón. Los terratenientes legalizaron las tierras que usurparon a los campesinos y les dieron platica del Gobierno para poner a producir tierra abonada con sangre. Los ricos acapararon las riquezas y los pobres engrosaron los cinturones de miseria de las ciudades. Los ricos pudieron llegar más fácil a Anapoima y los pobres llegaron más fácil a ser más pobres. Sin embargo, hubiese ganado otra vez en 2010 para tener 4 años más para matar a esas malditas cucarachas de “la far” si la Corte Constitucional no salva la poquita dignidad nacional.

Ahora unos quieren seguir sus pasos, otros se bajaron de ese bus para coger su propio taxi y otros piensan que las cosas se pueden hacer de una forma distinta. Yo no apoyo lo que hizo Uribe porque acabar con guerrilleros no es acabar con la guerrilla, porque acabar con los pobres no es acabar con la pobreza, porque darle la plata a los ricos no es generar equidad, porque negociar con los paras no es acabar con el paramilitarismo, la terratenencia y el narcotráfico, porque ha mantenido su castillo sobre sólidos cimientos de corrupción, porque tuvo un DAS de bolsillo para hacer torcidos, porque quienes lo apoyan están en su mayoría en la cárcel por hampones, porque es un buen gobernante para los ricos dentro de un esquema rancio y corrupto, en el que las élites se mantienen como opresores de una base ignorante y torpe que se deja dominar. Eso para mí es Uribe y yo no quiero más de eso, porque él representa una cultura mafiosa que se vale de lo que sea para sostener el poder, así el poder socave las bases de una sociedad más justa. Me indigna que sus hijos se hayan enriquecido por las bondades de las influencias mientras no se puede tratar mejor a las víctimas de la violencia porque no hay platica y colapse el sistema de salud con la emergencia social porque no hay platica cuando sus hijos rebosan de rechonchos de lo millonarios que se hicieron en estos 8 años. Para mí este gobierno ha sido un asco y me ratifico, es un asco elitista, plutocrático y corrupto. Además sigue habiendo guerrilla, tanta, que ya son presidentes del país vecino. Entonces, en el fondo, no logró ni siquiera la única tarea que se le había confiado.

Ahora, yo si quiero algo distinto. Algo que rompa culturalmente con este ciclo de politiqueros que nos han venido gobernando. Turbay fue enterrado con los máximos honores. López fue enterrado con los máximos honores. En mi concepto, merecen escupitajos sobre sus tumbas, una bandera rota y tirarlos como injustamente lo hicieron con los falsos positivos, por ahí en cualquier potrero. Seré duro y no me importa porque no tengo el poder para que le importe a alguien, pero estas ratas lo único que hicieron fue arraigar una cultura mafiosa que hoy hace más valioso a un sicario rico que a un campesino pobre. Belisario y Pastrana fueron la pequeña patria boba en dos cuotas diferidas a 16 años que le permitieron a la guerrilla fortalecerse como los hampones que son. Samper es el ícono vivo del cinismo politiquero. Consultor de las causas morales cuando gobernó con total inmoralidad. Le haría un funeral con honores, si fuese necesario, si cumpliera la condición para ser beneficiario de un funeral.

Yo quiero algo distinto. Cuando en 1993 un tipo desconocido con nombre raro, rector de la Nacional, se bajó los pantalones para mostrarle el culo a unos estudiantes saboteadores pensé dos cosas: una, si fuera marica este man no me gustaría… que culo tan desagradable, y dos, este tipo es un berraco, se bajó los pantalones frente a unos manes que le pudieron haber insertado una bomba molotov por el recto. Creo que este tipo es valiente. En ese año era un adolescente de pensamientos básicos y vulgares que conservo hasta hoy un poco más retóricos. Pero si me quedó la sensación de que ese tipo iba a hacer algo importante. No creí que fuera a ser político porque el tipo no le cae bien a nadie. Habla aburridor, mueve las manos como si las palabras se le fueran a caer y es más enredado que un bulto de anzuelos. Además se peina como un meme y no tiene nada de carisma. A mi me cae bien porque creo que soy solidario con quienes solemos caer mal. Pensé que por ser inteligente la política no le iba a gustar. Pero no. Se lanzó a la alcaldía de Bogotá y por primera vez en la capital arrasó el voto de opinión. Puso mimos y gente disfrazada para que se respetara la cebra. A mi me caló porque hasta ese momento, pensé que la cebra sólo servía para que se notara mejor la sangre de los peatones atropellados. Habló de “cultura ciudadana” algo inhóspito para muchos y para muchos sólo logró que los carros no pisaran la bendita cebra.

El tipo siguió por ahí dando lora y volvió sin atenuantes a la alcaldía a seguir haciendo lo suyo. Sólo que ahora tenía puentes para mostrar, Transmilenio para moverse y muchas cositas más que dejó Peñaloza, un buen ejecutivo. Si por mí fuera, hubiese querido que Peñaloza y Mockus se hubieran sucedido en la alcaldía de Bogotá hasta que los dos se murieran. Bogotá progresó siglos que el Polo está logrando hacernos reversar de nuevo. Uno haciendo cosas y el otro enseñándolas a usar. Una chimba la verdad.

Mockus es un tipo honesto. Manejando ese monstruo de ciudad jamás se le hizo un escándalo de corrupción a él. Quizás a sus subalternos, porque es un tipo que confía aún en la gente. Grave error. Jamás actuó mal deliberadamente. Dejó tirada la alcaldía para ser presidente. Grave error. Tenía que terminar la tarea bien hecha y no lo hizo. Pero ya pidió perdón, y yo, ya lo perdoné.

El tipo sabe de cultura, habla de cultura, infunde cultura, pulula cultura y no en el sentido erudito y odioso del profesor Bustillo, la cultura de verdad, la que forma ciudadanos y ciudadanía, la que permite convivir en paz y no con las “Convivir”. Yo creo en eso y a eso le apuesto. Siempre dejamos esa tarea para mañana porque primero hay que acabar con los “narcoterroristas de la far” mientras los narcoterroristas de la far toman ron con Chávez pensando cómo es que van a invadir a este pueblo lleno de ignorantes porque la revolución bolivariana lo va a amoldar todo con su reencarnación venezolana de Bolívar. Yo quiero ciudadanos que sepan en su intelecto por qué Chávez está loco y no ciudadanos que lo reten a pelear para que “sea varón”. Varones por montones en los cementerios es lo que hay en este país. Yo quiero ciudadanos para que sean los ciudadanos concientes los que repudien a las Farc, y no un cúmulo de militares adoctrinados para dar positivos así sean falsos. Yo quiero ciudadanos para construir identidad nacional no por la carnita y los huesitos sino por el cuaderno y el esfero. Yo quiero ciudadanos que sean capaces de aborrecer la corrupción y tumbar a un presidente corrupto como Samper y no unos humildes lacayos de salario mínimo que por no perder su puestico respalden al que sea por un tamal y una cerveza.

Quiero ciudadanos y los quiero ahora, no mañana, no en cuatro u ocho años. Los quiero ya. Mockus encarna eso y a eso le apuesto. Un tipo que habla enredado pero entiende fácil que es la cultura la que hay que cambiar. La cultura del vivo, la cultura del mafioso, la cultura del corrupto… esa cultura hay que cambiarla. La guerrilla hay que desestimularla con ciudadanía y conciencia, no con plomocracia, para que se extingan sus causas históricas. Porque la revolución está en las mentes, no en los fusiles. Porque así matemos a todos los guerrilleros siempre habrá un terrorista que haga daño amparado en las injusticias del sistema y la opresión y dominación de una élite recalcitrante así ese terrorista sea un simple hampón. La seguridad democrática es inocua si no hay autoridad moral de quien la ejerce. Y Mockus algo si tiene. Autoridad moral, honestidad y unas ganas inmensas de cambiar una cultura que clama a gritos ser cambiada. No mañana, no en cuatro años, no en ocho años cuando acabemos con “la far”. Lo necesitamos YA, a partir de este instante para tener un punto de inicio e inflexión, para cambiar de raíz y no de hojas. Porque las hojas se van en otoño y vuelven en primavera pero el árbol torcido, torcido se queda. Es hora de cambiar la cultura y la oferta está hecha. Se llama Antanas Mockus Sivickas. Desde que mataron a Galán me prometí no apoyar a nadie. Con él mataron mis ganas de participar con ahínco en estas lides. Pero Mockus es un buen tipo, como lo era Galán. Galán era buen político. Mockus no, es malo, muy mal político, no sabe de eso, gracias a Dios. Porque como buenos políticos murieron Turbay, López, Barco y quizás lo hagan Belisario y Pastrana. Samper que se muera como quiera. Pero que nos haga el favor un día de estos. Buenos políticos pero pésimos ciudadanos. Yo prefiero a este ciudadano mal político.

Y digo que “votaría” por él porque no puedo votar. Estoy en Buenos Aires y mi cédula no está inscrita acá. Pero si logro convencer a uno, a sólo un lector o lectora para que vote por él, estaré tranquilo con mi conciencia electoral y volveré a mi Colombia tratando de ver nuevos ciudadanos, esos que respetan la cebra sin preguntar por qué hacerlo y que no se robarían el erario porque saben que esa platica es de todos.

Sí, votaría por Antanas Mockus para iniciar desde el gobierno el cambio cultural que nos permita entender que un campesino merece más atención que un mafioso y que esto quede escrito en un cuaderno y con un esfero para que no se nos olvide como sociedad. Por eso votaría por Mockus.