¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?

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Colombia herida

martes, 5 de julio de 2016

Mi carta por nadie leída sobre la corrupción en Colombia. Una propuesta básica a la espera de buena voluntad.


Este documento en formato de carta lo escribí con la intención de movilizar voluntades dispuestas a combatir la corrupción en Colombia desde su única génesis y su único posible control: El ambiente cultural que propicia, incentiva y perpetúa la corrupción como una práctica natural de la idiosincrasia colombiana. Finalmente, estas ideas jamás cayeron en tierra fértil, y aunque lo compartí con personas que pensé, estarían dispuestas a "seguirme la corriente" y retroalimentar esta iniciativa, nunca recibí respuestas. Por eso decidí compartirlo acá, para revivir este blog con más propuestas y menos llanto. El espacio para los comentarios está abierto para enriquecer esta idea con sus aportes. Pueden estar seguros de que los leeré y responderé como corresponde. Espero que este texto llegue a la mirada inquieta y proactiva de alguien que comparta mi visión y esté dispuesta a trascender la crítica para asumir una postura reflexiva, deliberante y propositiva para así tener el primer tanque de pensamiento sobre la corrupción en Colombia. Esta es una iniciativa sin ánimo de lucro y con mucho más trabajo que remuneración. Por eso dejo estas ideas para quien quiera asumirlas y así tender un puente de comunicación con el fin de concretar esta propuesta en acciones concretas. Gracias por leer y gracias por responder.

Y sobre todo, gracias por volver a esta trinchera llena de maraña por el abandono:

Bogotá D.C., algún día de 2016.

Querid@ señor@ x,

Te escribo la propuesta sobre mis ideas un poco dispersas y locas sobre la lucha contra la corrupción en Colombia en este formato más cálido e informal, como lo es una carta. Lo prefiero así porque los deseos románticos e idealistas de revolución y cambio se expresan mejor en el diálogo epistolar. Es una forma libre y espontánea de expresar pensamientos sin el formalismo que a veces acartona las ideas.

En primer lugar, quiero decirte que siento que la corrupción es la columna vertebral de la historia en Colombia. Ahora que hago mi tesis sobre la formación del concepto de Patria en Colombia en el siglo XIX, veo con tristeza que la corrupción es parte de nuestro ADN cultural. Los intereses personales, las vanidades y los egos siempre han estado por encima del bien común y el sentido colectivo de lo público. Desde Bolívar y Santander, que son nuestros referentes de la independencia, hasta Uribe y Santos, que son nuestros referentes de la Patria boba en la que hemos permanecido durante más de dos siglos, Colombia ha estado en una lucha permanente entre facciones que se quieren apoderar del país escudados en ideologías vacías e intereses mezquinos.

Por eso creo que el problema de corrupción va mucho más allá de lo institucional y hunde sus raíces en lo cultural. Y creo que desde allí, querid@ señor@ x, es desde donde se debe combatir la corrupción. Si culturalmente no adecuamos las bases morales de la sociedad para rechazar la corrupción como una práctica que atenta contra los intereses de todos y cada uno, seguiremos repitiendo este camino inocuo de la lucha contra la corrupción de grandes reformas y pequeños resultados, de leyes, entidades y contrarreformas. No tiene sentido promover leyes desde las más altas esferas del poder si esas mismas esferas son las que promueven, patrocinan y viven de la corrupción rampante que agobia a este país. Las leyes sin cultura que las soporte no son más que paliativos para los males de una sociedad. La ley debe ser el resultado de una construcción cultural que afiance las sanas prácticas y costumbres de una sociedad y no “el remedio” que va a cambiar a la sociedad de la noche a la mañana. Así no funciona el espíritu de las leyes. Hasta Montesquieu lo tenía claro en la Francia del siglo XVIII que era tan corrupta como la Colombia del siglo XXI.

En este orden de ideas, considero que es necesario juntar fuerzas de almas limpias y bienintencionadas con cerebros lúcidos y proactivos para analizar el fenómeno de la corrupción en Colombia desde una perspectiva cultural, con el ánimo de generar impacto estructural en las instituciones y cambios de actitud en la ciudadanía, promoviendo estrategias disuasivas y coercitivas, exigiendo autoridad moral de las élites que gobiernan y cultura política en las bases populares. Más adelante desarrollaré estas ideas, pero inicialmente quiero que comprendas que este sería un proceso de doble vía: Desde la ciudadanía y desde el Estado.

La corrupción para mí es el desprecio de la sociedad por parte de los mismos ciudadanos, sean éstos parte del establecimiento o del pueblo. El problema en Colombia, señor@ x, es que no hay un sentido arraigado de lo público. Lo público tiene dos connotaciones: Lo que es de todos y por lo tanto, todos lo protegemos; o lo que no es de nadie, entonces, nadie lo protege. Y en Colombia parece que lo público no tiene dolientes, pero sí muchos dueños. Y sobre este supuesto hay un círculo vicioso de apropiación de lo público por parte de los privados a través de la corrupción y de empobrecimiento acelerado del Estado por la imposibilidad de sostener el gasto público por déficit de recursos. Entonces, hay un sentimiento generalizado de desasosiego porque es evidente que Colombia es un país rico en recursos naturales, humanos y económicos, empobrecido por cuenta de una corrupción desmedida, sistemática y arraigada que finalmente cuenta con un ambiente propicio de propagación y consolidación porque las autoridades encargadas de controlarla y eliminarla son las más corruptas. Por lo tanto, no hay autoridad moral de quien ejerce el poder. Y sin autoridad moral, el resto es caos, porque la ciudadanía no siente respeto por las instituciones encargadas de controlar la convivencia y la armonía social y por el contrario ven en esas entidades focos de corrupción y abuso de poder.

Sería interminable hacer un inventario de ejemplos en este sentido pero me atreveré a formular algunos:

-      - Un Procurador General de la Nación que usa su investidura de garante de los Derechos Humanos y su fuero para disciplinar a los funcionarios públicos con el objeto de imponer el mandato bíblico de su religión, desconociendo el carácter laico del Estado colombiano y usando los recursos de una de las entidades más poderosas del país para imponer el dogma católico que está proscrito por la Constitución de 1991.

-      - Un Fiscal General de la Nación que abusa de su poder y de la falta de controles sobre su gestión para otorgar contratos milmillonarios a dedo, sin obtener resultados jurídicos o judiciales que pueda mostrar con eficacia, a una persona cuyo bagaje profesional y académico deja mucho que desear.

-      -  Un Presidente de la República que habla e impone austeridad mientras gasta en su Palacio cortinas de 600 millones de pesos y almendras de 15 millones más, con explicaciones tan simples y ridículas como que son gastos necesarios de representación diplomática, sin más ni más.

-      -  Un Magistrado de la Corte Constitucional que se aferra tercamente al cargo a pesar de los testimonios y las evidencias en su contra, con imputaciones tan graves como soborno y desplazamiento forzado mientras pasan los días sin que la institucionalidad haga nada.Y el proceso naufraga en un Congreso que aún no comprende el alcance de su función judicial porque los encargados son inexpertos, políticos e interesados para los cuales es superior el interés electoral que la justicia.

Podría continuar con más ejemplos y no acabaría jamás, pero lo que quiero que veas es esa simbiosis macabra entre corrupción y poder que cercena de tajo la autoridad moral de las instituciones encargadas de imponer el orden y de dar el ejemplo.

Pero insisto, el problema no es institucional. Es cultural. Las instituciones solo reflejan la podredumbre de la cultura. Los gobernantes no llegan a sus cargos en procesos dictatoriales. Las elecciones en Colombia han servido para legitimar la corrupción desde las urnas en donde las bases con poca formación política cambian su voto por favores pírricos pero oportunos para solventar coyunturas de necesidad. Y desde allí empieza toda una cadena perversa y pútrida de corrupción en donde los gobernantes generan necesidades en los ciudadanos por su gestión ineficiente y luego capitalizan esas necesidades para seguir siendo elegidos indefinidamente por ellos mismos o por interpuestas personas brindando estos favores mínimos para solventar la necesidad apremiante. Obviamente, este es un diagnóstico general y a grandes rasgos. La corrupción tiene muchas más dinámicas y representaciones en la cultura política, económica y social del país, pero esta es una muestra de cómo la corrupción se arraiga con maniobras simples: Una élite hábil para manejar la necesidad de un pueblo pobre; y un pueblo manipulable y dócil que se deja controlar a partir de la conveniencia y la necesidad. Claramente, existe poca formación política en las bases y esto hay que fortalecerlo para poder torcerle el pescuezo a la corrupción.

Ahora, creo que el manejo que se le da desde el Gobierno al problema de la corrupción en la actualidad, responde más a las imposiciones del show de los medios de comunicación que a una política integral, concisa, articulada y eficaz de lucha contra la corrupción. Además, insisto, la ley debe servir para afianzar costumbres culturales de sociedades consolidadas. Pero acá la ley se concibe como “la solución” a un problema, cuando debe ser el resultado de un proceso de construcción social en donde se tiene claro el bien común y el sentido de lo público.

Sobre esto último, querid@ señor@ x, debo decir que estoy fuertemente influenciado por la ideología de mi padre quien creía que el Derecho es una construcción cultural de los pueblos. Su obra cumbre se llama “Metodología y Técnica de la Investigación Sociojurídica” y allí expone toda una serie de argumentos en las que concluye que la ley es una construcción social mediante la cual se busca regular el comportamiento de los ciudadanos en función de la convivencia y el bien común. Y para llegar allí, primero hay que identificar un problema, comprender sus dinámicas, analizar holísticamente sus componentes y formular una solución a partir de consensos sociales que permitan corregir las motivaciones objetivas del problema a través de una norma que sirva, sociológicamente, para el bienestar de los actores implicados. Es decir, él se oponía completamente al positivismo jurídico en donde las normas eran simplemente la imposición de la clase dominante. En este caso, por vía de la ley, se legaliza y se legitima la dominación. Esto, por ejemplo, permitió a personajes como Hitler legalizar el exterminio judío a través de normas que en su conjunto denominó como “la solución final al problema judío”.

Por eso es tan importante comprender a la corrupción como un problema cultural y darle la dimensión que tiene, que va más allá de la ley. Y así entender que producir leyes en masa sin una correcta lectura del problema de una manera integral solo genera inseguridad jurídica, sobreregulación del fenómeno y en últimas, una ineficacia total en el resultado de la lucha contra la corrupción. Porque las normas así formuladas no son aprehendidas por los ciudadanos, y éstos no se identifican y no se comprometen con su cumplimiento porque han estado completamente ausentes en la formulación de las políticas públicas que soportan los arreglos normativos. Además, es evidente que las leyes en materia anticorrupción son saludos a la bandera, en donde más que el resultado tangible de impacto contra la corrupción, lo que el Gobierno quiere evidenciar es que se está haciendo “algo” y que ese “algo” se ve reflejado en leyes.

Te voy a poner un ejemplo concreto: Capítulo IV de la Ley 1474 de 2011 conocida como “Estatuto Anticorrupción”. “Capítulo IV, Regulación de Lobby o Cabildeo. Artículo 61. Acceso a la información. La autoridad competente podrá requerir, en cualquier momento, informaciones o antecedentes adicionales a gestiones determinadas, cuando exista al menos prueba sumaria de la comisión de algún delito o de una falta disciplinaria”. Esto es todo lo que hay sobre lobby o cabildeo, es decir, en términos precisos, nada. Y para agravar esta omisión evidente del legislador en la confección de la norma, es claro que se obvia el mandato imperativo del artículo 144 de la Constitución Nacional que ordena lo siguiente: "Las sesiones de las Cámaras y de sus Comisiones Permanentes serán públicas, con las limitaciones a que haya lugar conforme a su reglamento. El ejercicio del cabildeo será reglamentado mediante ley". Es decir, no solo se está cometiendo una clara omisión en la Ley 1474 de 2011 sino que se está infringiendo descaradamente un mandato constitucional. Cabe anotar que esta Ley por ser estatutaria tuvo control de la Corte Constitucional. Entonces surgen varias inquietudes que me planteo como ciudadano y que me respondo como ciudadano.

-       ¿Por qué el Congreso como legislador evade su responsabilidad para reglamentar el lobby o cabildeo? La respuesta es macabra y sencilla: Porque no les conviene reglamentar esta materia. Y la razón es simple, aunque sea una suposición. Porque lo que transparenta el cabildeo son los intereses que subyacen a las leyes que se tramitan en el Congreso. No es un secreto que muchos de estos intereses no son los más diáfanos y bienintencionados. Muchos de esos intereses benefician a personas y/o gremios que usan la ley para tramitar esos beneficios y tampoco es secreto que son capaces de pagar con puestos o dinero el favor de los congresistas que convierten en leyes sus pretensiones. Es decir, no es una omisión inocente y desapercibida. Claramente existe una intencionalidad en dilatar esta obligación constitucional deliberadamente. Más, sabiendo que es una iniciativa que ha tenido varios intentos en el Congreso y todos han naufragado.

-       ¿Por qué el Gobierno no persiste en la intención de regular el lobby o cabildeo? Por la misma razón. Porque no les conviene reglamentar esta materia. El Gobierno tramita sus iniciativas legislativas a través del Congreso en donde las alianzas, las coaliciones y las componendas son el pan de cada día en la interacción entre el Ejecutivo y el Legislativo. Y estas componendas tampoco son diáfanas y transparentes. También hay intereses particulares que se tramitan a través del Gobierno. Es decir, el Legislativo tiene la capacidad de chantajear al Ejecutivo a través de los proyectos de Ley que le tramita, y allí es donde se negocia el favor político, el intercambio burocrático y los apoyos electorales que obviamente, no se podrían evidenciar a través de una Ley.

-       ¿Por qué las organizaciones sociales no actúan frente a la ausencia de esta reglamentación que es un mandato constitucional? Acá puedo encontrar varias razones. 1.) que las organizaciones sociales no tienen la cohesión ni la fuerza suficiente para corregir las acciones deliberadas del Gobierno ni del Congreso, 2.) que las organizaciones sociales también tienen intereses que tramitan a través del Ejecutivo y el Legislativo y tampoco les interesa que se conozcan por un mandato legal y 3.) porque no existe una cultura de seguimiento legal por parte de la ciudadanía para verificar si lo ordenado por la Constitución se cumple o no se cumple.

-       Adicional a esto, se percibe una floja revisión de la Corte Constitucional sobre el articulado del Estatuto Anticorrupción e inmediatamente se atan cabos que permiten entender por qué uno de sus magistrados está investigado por soborno por tramitar intereses particulares, precisamente, en dinámicas propias del cabildeo y el lobby mal concebido.

Entonces, es triste saber que la ley lejos de ser un instrumento para combatir efectivamente la corrupción, hace evidentes los esfuerzos de los poderes públicos por cohonestar y obviar prácticas centenarias de corrupción. No quiero decir que todas las leyes anticorrupción tengan ese espíritu y esa perversidad. Lo que quiero decir es que a pesar de que las leyes pueden tener una buena intención, magnífico espíritu y mejor imagen ante la opinión pública y el propio Estado, yendo a la minucia, se descubren estos baches que no son menores y que al final desnudan que la lucha contra la corrupción no es un deseo generalizado de altruismo compartido por parte del Estado y de la ciudadanía, sino que es más un esfuerzo institucional por hacer “algo”, ese “algo” que se traduce en una ley que es a todas luces insuficiente, ineficaz y que responde más a la solución de una coyuntura de momento que a un asunto estructural y cultural.

Así pues, querid@ señor@ x, mi propuesta no tiene otra idea inicial que la de reflexionar sobre estos supuestos. Mi propuesta es crear un grupo interesado, estable, comprometido y capaz de analizar el tema de la corrupción desde una perspectiva sociológica, jurídica, histórica y cultural para repensar las soluciones sobre la problemática de igual manera, respondiendo a necesidades estructurales y no a medidas coyunturales.

Yo me imagino un grupo entre quince (15) y veinte (20) personas con distintos perfiles y labores que sean capaces de compartir su quehacer y su visión desde perspectivas distintas pero complementarias. Es decir, hacer una selección minuciosa que abarque una pluralidad de sectores entre los que se me ocurren inicialmente los siguientes: Empresarios, función pública, gobierno nacional y local, academia, trabajadores, minorías (étnicas, sexuales, etc.), campesinos, organizaciones de la sociedad civil, organismos internacionales y multilaterales, ONG nacionales e internacionales, fundaciones y defensores de Derechos Humanos. La característica de este grupo de personas, que además deben estar equitativamente distribuidos entre hombres y mujeres, es que no harán parte de este grupo como representantes de sus sectores, sino como personas individuales que pueden aportar desde su saber y experiencia los insumos para construir una visión sobre la corrupción ligada a elementos históricos, sociológicos y culturales que permitan hacer un análisis integral del fenómeno; y que a través de las discusiones internas del grupo, se construyan documentos que sirvan de base para una discusión más amplia y plural en otros escenarios regionales, nacionales e internacionales en los que se generen espacios de reflexión y acción que permitan comprender mejor el fenómeno de la corrupción en su contexto.

Es decir, lo que propongo es un think tank de personas que estén dispuestas a tomar el tema de corrupción como un fenómeno de estudio estructural y profundo, que tengan el tiempo y la disposición de reunirse al menos una vez al mes en jornadas de trabajo de al menos cuatro (4) horas y que también estén dispuestas a leer y escribir sobre el particular para pensar y repensar el tema de la corrupción dentro de una perspectiva de cambio cultural.

Este grupo trabajaría en tres fases: 1. Diagnóstico, 2. Propuesta y 3. Acción. Aún no podría definir cuánto tiempo duraría cada fase. Eso depende de su complejidad y recursos disponibles.

En la etapa de diagnóstico el grupo se encargará de hacer una revisión legal y bibliográfica sobre el tema de corrupción en Colombia, incluyendo casos emblemáticos que hayan marcado la historia de la Nación relacionadas con el tema y el estado de las investigaciones más relevantes. Es decir, se debe hacer una revisión jurídica, histórica, bibliográfica y de prensa que permita establecer una línea base sobre el estado de la corrupción en Colombia de una manera integral y complementaria que considere elementos sociológicos, históricos y jurídicos del fenómeno. De esta manera, el documento inicial será una compilación de artículos que describan comprensivamente el fenómeno de la corrupción en Colombia. Así pues, el diagnóstico busca identificar comprensivamente las características de la corrupción en Colombia. La temática será asignada y distribuida según la expertiz de los miembros del grupo. En su momento se definirá.

En la etapa de propuesta se considerarán las acciones que se deben seguir para generar un impacto en el ámbito que se pretende incidir, es decir, en el ámbito cultural, entendiendo la cultura como el conjunto de usos y costumbres sociales de un grupo poblacional determinado que en este caso llamaremos Colombia. También se establecerán las estrategias de acción desde el nivel local hasta el nivel nacional diferenciando las dinámicas de corrupción en cada caso y proponiendo acciones y actividades para contrarrestar tales dinámicas haciendo especial énfasis en la necesidad de que la ciudadanía aprehenda el propósito y sentido de estas actividades para que las incorporen dentro de sus usos y costumbres como prácticas sanas y deseables en función de la sana convivencia y la armonía social.

Es importante privilegiar a la población juvenil e infantil para la implementación de las estrategias de acción, teniendo en cuenta que los cambios culturales son además generacionales y que allí hay una población objetivo capaz de darle perdurabilidad y consistencia a las acciones realizadas.

La fase de acción es la ejecución material y real de las acciones y actividades planteadas en la propuesta sobre un cronograma concreto y sobre unas posibilidades humanas y económicas reales.

Esta propuesta es solo un borrador inicial, ideas un poco locas lanzadas al campo de lo posible para que encuentren eco en personas receptivas y dispuestas a hacer aportes que fortalezcan esta propuesta inicial, se complementen y se articulen de tal manera que el primer producto de esta iniciativa sea la hoja de ruta del grupo de trabajo, del think tank que piense la corrupción en Colombia por fuera de la caja a pesar de estar dentro de la caja.

Como en el fondo el ejercicio tiene una base académica, entendida ésta como el ejercicio de pensar, reflexionar y repensar un fenómeno social como es la corrupción, mi propuesta sería la de tener la base de trabajo en una Universidad comprometida con el tema y que le interese la producción académica que pueda salir de este grupo de trabajo. Podría ser la Universidad X de Colombia teniendo en cuenta el perfil técnico y jurídico del Rector y su trasegar por las instituciones del Estado. Sobre el perfil de los participantes, creo que nos debemos concentrar más en las personalidades que en los roles. Por eso propongo que sean personas conocidas por su apertura mental, su disposición a la reflexión y al cambio y su espíritu de sacrificio en función de las causas sociales. Además que tengan el tiempo necesario para tomarse las actividades del grupo en serio y que estén dispuestas a cumplir con los compromisos que se deriven de éste.

Bueno querid@ señor@ x, como puedes ver esta es una iniciativa que tiene mucho más de emoción y de buena intención que de estructura, objetivos claros y metodología definida. Por eso esta aproximación inicial la hago en formato de carta, dándome la licencia de escribir con libertad y espontaneidad.

Te agradezco la buena disposición que siempre has tenido conmigo, la amistad que me has brindado y los espacios de diálogo que me han hecho pensar y crecer como profesional y como persona. Quedo atento a tus comentarios, precisiones e ideas para proceder a hacerte una propuesta más estructurada y formal para darle viabilidad en las instancias que corresponda.

Un abrazo fraterno de tu discípulo y amigo,


Andrés Felipe.